«El libro de las semejanzas» de Ana Martins Marques (Kriller 71)

«El libro de las semejanzas» nos ofrece una mirada sobre lo invisible, aquello que habita debajo de lo que tocamos. 



Reseña de «El libro de las semejanzas» de Ana Martins Marques (Kriller 71)

«La memoria lee al día / de atrás hacia adelante» y practica en nuestro interior transformando el sentido de las palabras y la materia. A través de El libro de las semejanzas (Kriller 71), Ana Martins Marques indaga en todos esos huecos que quedan invisibles cuando vivimos. Todo aquello que no es tocado por el epicentro del conflicto, lo que rodea a lo que amamos, las cosas que no hacemos cuando hacemos algo, que diría Neuman, la vida del otro lado. Un libro fabuloso donde la voz poética se apoya en las esquinas y construye bosques desde esa posición.

Lo primero que habría que destacar de este libro es su composición. Es un poemario sobre el acto de escribir y la escritura como espejo de la vida. Nos ofrece una mirada sobre la forma en la que las palabras se van acomodando en la poesía, que sirve también como argumento para encontrarse con la memoria. Memoria y palabra son seguramente los ejes conductores, que permiten una estructura innovadora, que atraviesa la forma del propio libro, explicándolo y evocándolo al mismo tiempo. La sinceridad, la pureza o la búsqueda de ambas parece el propulsor de toda esta maravilla donde, como bien nos lo promete la autora: «Al menos aquí no encontrarás, / lector, / tazas sucias»




Imágenes y palabra


En otra época, los libros con ilustraciones traían un papel seda para separar imágenes de palabras. Construye Marques toda una postura del miedo a las mezclas. Los límites y las fronteras de las cosas, de los lugares, de los cuerpos, se van abriendo camino en los poemas. Y allí hay una intención muy marcada de destacar el carácter plural de la literatura, de la escritura poética: donde todo lo construido se teje con lo tejido por otros, que a su vez se nutrieron de otras telas. Un andamiaje colectivo que es la esencia de este gran laberinto que es la literatura. Y aparecen interesantes miradas en torno a la apropiación de las palabras y las frases, con una visión valiosísima en torno a la cultura como bien común. «Pensé: si no hubiera recordado que la frase no era mía / ¿sería mía?»

Lo invisible, lo que está tapado, porque siempre hay asuntos importantes que requieren nuestra atención, y terminamos creyendo que lo que no es importante no la merece. Sobre esto escribe Marques, se detiene en la importancia de lo que no amamos, de lo que no deseamos, de lo que no miramos, y pregunta sobre las palabras que no decimos. Todas esas cosas que nos perdemos mientras vivimos, o creemos que estamos viviendo. Posiblemente rescatar ese universo de imágenes y situaciones aparentemente inútiles le da a este libro una fuerza extraordinaria. «La palabra niña ahora está en la sombra / la palabra rectángulo / la palabra juguete / las demás palabras quedan flotando»

Ana Martis Marques escribe sobre lo invisible

Y siguiendo en esa línea de lo invisible, Marques dice que dejamos los libros para leer cuerpos y paisajes. Una reivindicación de la lectura de la materia. De los ojos como conductores de palabras a objetos, de abstracción a realidad. En ese sentido es un libro que juega constantemente con los límites entre lo sugerido, lo sentido y lo tocado. También la posibilidad —que es deseo puesto en palabras— de que vida y literatura se toquen, se mezclen, parece la intención de muchos de los poemas.

Y no quiero dejarme fuera la cartografía a la que Marques dedica poemas exquisitos. La construcción o apropiación de un mapa que nos guíe sobre todo aquello que no llegamos a entender, un mapa que se dibuje sobre las palabras, sobre los lugares que no hemos visitado pero que somos capaces de contar, «Las pequeñas cosas entre las palabras / que no se encuentran en los índices»: la búsqueda de un mapa diferente, donde lo que se dibuje sea lo invisible, lo negado, lo tachado, aquello que el mundo intenta que vaciemos de nuestra memoria.

Y en ese sentido tan cartográfico hay una mirada que nos devuelve al principio, a la ausencia de bordes, de fronteras, a la fusión de lo sentido y lo soñado, a la idea de vivir en un espacio lleno de mestizaje, donde no haya límites para la vida ni para la poesía. Y aparece una metáfora preciosa entre el relieve geográfico y la literatura, entre las fronteras tejidas con alambre y las fronteras tejidas con palabras. Y allí, también el deseo de que ambas se diluyan. «Abro el mapa bajo la lluvia para ver / poco a poco / diluirse las fronteras».




El silencio que no tocamos


Entre esas cosas a las que no prestamos atención se encuentra el silencio. La lectura de Marques nos invita a mirar por un lado lo que hay en él de tradición —en cuanto a atentado contra el deseo y la libertad— y por otro, en lo que hay de goce y de búsqueda íntima. Ambos aspectos, siempre tocándose, siempre congelando el tiempo para buscar algo que el poema no nos dice qué es. «Romper el silencio / y después recoger / los trozos / palpar su filo / su brillo / ciego» El silencio se abre camino a través de la poética de Ana y se rebela contra las jerarquías del pensamiento buscando la imagen en lo olvidado por la memoria. Así, se van construyendo los poemas, en una búsqueda casi aforística que conduce a sentencias cortas, advertencias y recordatorios de lo fácilmente olvidable. «Detenerse / sobre la cicatriz / del corte», dice. Y termina el poema, y avanza el silencio.

No quiero dejarme fuera el deseo inhabilitado. Sobre lo que amamos y no decimos, lo perdido que no somos capaces de recuperar y la forma material que transforma las relaciones hay interesantísimas miradas, pero también, y esto es lo más interesante del libro —y que nos devuelve a lo que decíamos al principio—, hay una indagación en torno a la forma que adquiere el deseo cuando no es colmado, cuando no es atendido. «¿Qué hacer del deseo / que no se gastó?», dice Marques. Y quizá, a esta idea podríamos enlazar otra que tiene que ver con la construcción del amor, teórica y práctica. Lo que amamos es un espejo interior, nunca en verdad es lo que creemos estar amando, plantea Marques. «sé que primero se ama un nombre sé / que lo que se ama en el amor es el nombre del amor».

Hay que leer este libro de atrás hacia adelante, como la memoria avanza en nosotros y recorre los vértices del día. Un poemario exquisito sobre las cosas verdaderamente importantes, que son precisamente las que quieren que olvidemos.


Aprender a leer el silencio con la poesía de Ana Martins Marques

EL LIBRO DE LAS SEMEJANZAS. ANA MARTINS MARQUES. TRAD. PAULA ABRAMO. KRILLER 71. 2019

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