Arturo Borra: «Lo que estamos pidiendo es que Europa esté a la altura de sus ideales»

Entrevista al poeta Arturo Borra. «Desde lejos» (Eolas Ediciones).

Entrevista a Arturo Borra en Bestia Lectora
Foto: Vallejo & Co.

El descubrimiento del lenguaje como conjuro que «repare el desajuste de la añoranza» es una de las experiencias potentes que descubrimos al leer la poesía de Arturo Borra, uno de los poetas argentinos que escribe desde ese limbo que es la extranjería y que ha sabido construir una obra sólida, tierna y rebelde, donde el lenguaje se amasa para revisar las heridas íntimas y políticas, y donde caben los olvidados de este mundo. Conversamos sobre su libro más reciente «Desde lejos» (Eolas Ediciones) y sobre su relación con la poesía contemporánea. «Vamos hacia lo desconocido donde siguen brotando promesas», leemos en este libro. Que nadie se pierda el universo estimulante de Arturo Borra.


P—El silencio y los silencios ocupan un lugar muy importante en tu poesía. No sólo porque los nombrás con insistencia sino porque, además, los incluís en el fraseo, con espacios en blanco y ciertos cortes bruscos en el discurso. Te quería preguntar qué suponen para vos a nivel personal y a nivel poético.

R—Bueno, ante todo, entiendo que de la misma forma en que hay múltiples voces también hay múltiples formas de silencio. No todos tienen la misma significación. Hay silencios pesados, silencios que nos dañan, que nos niegan. Pero también están esos silencios fecundos que nacen de las experiencias amorosas, de las complicidades. De algún modo, en la poesía misma voz y silencio siempre están articulándose. No hay un decir pleno; por decirlo de algún modo, nuestros discursos siempre están ahuecados por lo que omiten, por lo que no dicen. De ahí este juego múltiple entre voz y silencio que, en la escritura, se manifiesta como espaciamiento dentro del propio poema.

P—Ya que hablás de las omisiones: otra característica que me interesa muchísimo son las sugerencias que dejás caer en tu poesía, ese lenguaje que no es del todo directo, que se apoya más en simbolismos o en lo que uno como lector pueda entender. ¿Te interesa más una poesía que sugiera más que una que exprese con contundencia?

R—Bueno, a lo mejor también somos lo que omitimos -no sólo lo que hacemos o lo que decimos-. Desde este reconocimiento de entrada, más que expresar una voz que ya estaría preconstituida o un pensamiento que estaría clarificado, me interesa ahondar en lo no sabido. El poema es esa batalla con el desconocimiento. Desde ahí, no se trata tanto de constituirse como una especie de portavoz profético -de lo que habría que hacer-, sino más bien de sugerir posibilidades de sentido que el propio discurso va insinuando en la medida en que se formula.


en la poesía misma voz y silencio siempre están articulándose.

P—Te quiero preguntar si este libro es algún tipo de homenaje a Olga Orozco por su libro que no sólo tiene el mismo título sino que además trabaja temas similares.

R—El inconsciente sabe más que la propia consciencia... Olga Orozco para mí fue una poeta de cabecera durante bastantes años de mi juventud. Este libro no se gesta como un homenaje hacia ella pero, como a veces sospechamos, los poemas dicen o dan cuenta de esa cajita de resonancia que llevamos dentro. No ha sido voluntario pero si nos remite a esa poeta, por mi parte, encantado.

P—En Desde lejos ahondás todavía más en lo formal. Presentás un montón de poemas diversos en ese aspecto. Te quería preguntar cómo surge un poema. Qué relación buscás que establezca la forma con el mensaje.

R—Parto de la idea de que forma y contenido no son disociables. No es una dicotomía sino que básicamente creamos sentido mediante el lenguaje. De ahí que un poema logrado es también aquel poema que hace un específico trabajo formal, que propicia una crítica del lenguaje mediante el que se construye. Cuando este trabajo no está presente o no lo está de forma suficiente, con lo que a menudo nos topamos es con poemas fallidos, en tanto no alcanzan su objetivo. En cuanto a cómo uno gesta un poema, la imagen que me viene para responder a esta pregunta es la de un fogonazo, una serie de imágenes que empiezan a aflorar. A partir del desarrollo de esa imagen labramos un principio de poema; por supuesto, después viene un trabajo de revisión formal más o menos intenso. Pero generalmente el punto de partida es una imagen potente que ejerce su magnetismo: a medida que uno la va elaborando, en el mejor de los casos, puede terminar latiendo como poema.


«Anotaciones en el margen» de Arturo Borra (Planeta Clandestino)

P—En algunos poemas trabajás desde la contradicción. Por ejemplo, en "Credo" criticás desde la afirmación, advirtiendo del peligro de las religiones y dogmatismos y en "Nana para un niño muerto" usás un registro tierno para nombrar la crueldad de una sociedad que abandona a sus niños. ¿Hay un deseo de buscar cobijo en el lenguaje para nombrar aquello que resulta difícil de nombrar?

R—Sí, yo señalaría que las contradicciones están presentes y omnipresentes, no sólo en la sociedad sino también en nosotros mismos. A veces anunciamos grandes ideales que terminan convirtiéndose en prácticas de un signo totalmente contrario. Eso también ocurre en estos poemas que mencionas, como «Credo», donde en función de unos ideales, de lo que debe ser la sociedad, muchas veces terminamos convirtiendo el mundo en una especie de páramo. Y lo mismo para esa «Nana de un niño muerto», que es lo menos que podemos hacer desde un poema: procurar rescatarlo de ese olvido, como ocurre con tantas personas en su intento desesperado de arribar a Europa. Si la poesía no puede abrazar a esos seres tan frágiles, ¿desde qué otro lugar podríamos hacerlo? A menudo la política actual, institucionalizada, lo que está haciendo es bloquear incluso esa sensibilidad ante ese dolor que naufraga en una costa lejana.


Muchas veces terminamos convirtiendo el mundo en una especie de páramo.

P—Es un tema que has venido trabajando desde hace mucho y que en este libro adquiere una importancia extraordinaria. Europa duerme sobre los cadáveres livianos que trae la corriente. Hay numerosos poemas en los que das visibilidad a esa realidad que lamentablemente todavía no parece sacudirnos lo suficiente como para hacer algo respecto. Te quiero preguntar cuál es tu idea de Europa o, mejor dicho, si tenés una idea imaginaria de cómo debería ser Europa.

R—Sí, en primer lugar lo que quisiera señalar es que cuando uno elabora una crítica política a una entidad como Europa lo que está señalando básicamente son ciertas contradicciones, de las que hablamos anteriormente, entre ideales y prácticas institucionales. Con esto lo que quiero decir es que muchas veces se identifica Europa con la cumbre de los derechos humanos o con lo que es el nacimiento de la democracia, especialmente en la Grecia Antigua, pero muchas veces lo que nos estamos olvidando es la contraparte de estos relatos, de estas narrativas. Por ejemplo, por volver a la democracia ateniense, la convivencia de este sistema con la institución de la esclavitud o la exclusión de las mujeres de la esfera pública. Del mismo modo, en la Europa moderna, por un lado no nos cansamos de escuchar su presunta encarnación de los derechos humanos y por otra parte constatamos en la práctica cómo cierra sus puertas de forma regular a las personas por ejemplo procedentes del sur. Y no solamente pienso en personas migrantes sino también en esas miles de personas desplazadas que muchas veces huyen de sus países por guerras en las que también participa Occidente. Desde ese lugar de lo que se trata es precisamente de recordar el ideal y los incumplimientos que se están dando en la actualidad, a veces de una forma demasiado silenciosa. Con esto quiero decir que si no somos capaces de visibilizar esas contradicciones, muchas veces, con lo que nos encontramos es con relatos vacíos.

»Y en cuanto a qué Europa deseamos... por supuesto no tengo recetas o fórmulas políticas que ofrecer, pero sí es cierto que -desde distintos movimientos y colectivos sociales- lo que demandamos es una Europa inclusiva, intercultural, multiracial, que haga posible que el sueño de la igualdad entre las personas sea algo más que un sueño. A menudo lo que estamos pidiendo es que Europa esté a la altura de sus ideales. Por supuesto, más allá de estas demandas están las propias añoranzas que uno tiene como sujeto político que, en gran medida, pasan por construir otro sistema, otras formas de convivencia, en las que la igualdad sea realmente una posibilidad concreta.

P—Qué interesante eso que decís de exigirle a Europa que esté a la altura de sus ideales. Desde tu poesía hacés una reivindicación del mestizaje no sólo desde los temas que tratás sino porque, además, hacés un uso de voces y modismos argentinos y españoles. ¿Cómo ha sido para vos el descubrimiento de esa nueva voz mestiza desde la poesía? ¿ha sido una evolución fluida o si te ha costado encontrar tu propia voz poética desde la extranjería?

R—Yo parto de la base de que todos estamos mestizados (en términos biológicos y culturales). Entiendo que todos como seres humanos nos constituimos en culturas híbridas, por tanto, es el punto del que partimos, aunque es cierto que un proceso migratorio como el que me marca potencia esta especie de mestizaje cultural. Y es exactamente contrario a un cierto supremacismo que estamos viendo tan en boga en la actualidad, un reclamo de una supuesta pureza y una presunta superioridad étnica. También vemos que, contrario a estos discursos de la mestización, se plantea un cierto discurso eurocéntrico en el cual Europa vendría a ser cuna de la civilización, reduciendo a las otras culturas a la simple barbarie. Contra ese discurso supremacista e incluso contra cierto discurso eurocéntrico que insiste lo que uno intenta, básicamente, es apropiarse de distintos elementos que están presentes tanto en mi cultura de origen como en la cultura en la que me muevo en la actualidad. Desde ahí, lo que se produce es una fusión o si se quiere una yuxtaposición de lenguajes que no tienen una procedencia unitaria. No es tanto que me cueste “encontrar una voz desde la extranjería” porque en verdad esto forma parte del inconsciente o de nuestro imaginario poético y fluye de forma espontánea. Lo que más bien me cuesta a veces es no diluir ciertas marcas de esa lengua materna que está muy asociada a nuestra memoria. Hay momentos en los que uno tiene que tomar ciertas decisiones con respecto a unas terminologías o unas palabras dadas que no quiere negar simplemente por haberse desplazado del contexto cultural de su país natal.



P—¿Qué palabras son las que Borra no quiere perder?

R—Bueno, no es fácil la pregunta, porque muchas veces uno no percibe estos giros idiomáticos propios del castellano que se habla en Argentina. Esto ya uno lo tiene naturalizado. He migrado cuando tenía unos cuantos años, con lo cual mi memoria involuntaria invoca esos lenguajes que se fueron sedimentando durante buena parte de mi vida. De todas maneras está claro que yo no voy a hablar de “melocotones” teniendo una palabra tan hermosa como “durazno”, tampoco me voy a referir a los “coches” ni a las “lavadoras” ni en mi poesía voy a hablar de “tú” cuando claramente el voseo o incluso las acentuaciones siempre me remiten a esta lengua materna que fui sedimentando durante tantos años. De ahí que muchas veces buena parte del trabajo de revisión sea justamente elegir esas palabras que también marcan un recorrido, una historia, una identidad siempre en devenir pero que, efectivamente, nos va constituyendo.

P—El otro día conversando con Valeria Correa Fiz le preguntaba cómo es ser una poeta en el limbo y te quería hacer la misma pregunta. Refiriéndome con esta idea a la experiencia poética que se desarrolla desde la extranjería y que no pertenece ni a la poesía de tu país natal ni a la poesía de tu país de adopción, quedando siempre fuera de las antologías por falta de papeles, por decirlo de alguna forma. Y ligado a eso también te quería preguntar cuál es tu relación con las corrientes estéticas de acá o de Argentina y si te sentís vinculado a alguna en particular.

R—Bueno, yo creo que efectivamente somos poetas en el limbo. Como tú sabes, el limbo dentro del imaginario cristiano es un espacio intermedio entre el cielo y la tierra. Yo diría más bien que uno está entre dos continentes. Y eso hace que el lugar de enunciación que uno asume sea un lugar fronterizo en el que ni siquiera está garantizada la escucha. Sobre todo porque venimos de otra parte, no nos conocen pero, a la vez, nos hicimos irreconocibles para el lugar que dejamos atrás. Y precisamente así yo concibo lo que es la extranjería poética: un lugar de enunciación de frontera -que procura cuestionar el orden simbólico hegemónico- en el que no está garantizada ni siquiera la recepción de lo que escribes. Es una situación que por un lado puede generar cierta zozobra pero por otro, es también un espacio de mayor libertad.

»En cuanto a cuál es mi vínculo con distintas corrientes poéticas tanto de mi país de origen como de España, esta es una pregunta en la que podríamos ahondar muchísimo, sobre todo porque las tradiciones poéticas de un país son diversas. Sí debo decir que no me reconozco en lo más mínimo en la poesía de la experiencia (eso es bastante evidente) ni, en general, en los diversos realismos que predominan en España. Tampoco me reconozco en ese objetivismo tan en boga en Argentina hace unos años ni en lo que se ha dado en llamar -apelando a Néstor Perlongher- el “neobarroso” rioplatense (es decir, un barroco latinoamericano que se enfanga con nuestras realidades). Con ello, claro está, no quiero decir que esas corrientes no me interesen sino que no son líneas con las me sienta próximo. A menudo la poesía hispano-argentina con la que me conmuevo va por otras partes. Pienso en autores como Antonio Gamoneda o Chantal Maillard, pero también en autores como Oliverio Girondo, Olga Orozco, Juan Gelman, Alejandra Pizarnik o Arnaldo Calveyra. Uno hace su propio rescate de autores que van a contracorriente. La lista, claro está, es mucho más vasta, pero es indicativa de mis afinidades poéticas.

»Finalmente, con respecto a si me identifico con alguna corriente en particular, mi respuesta es más bien negativa. Puesto que, de algún modo, uno está en un espacio fronterizo desde el que intenta poetizar, necesariamente, bebe de distintas fuentes. Por supuesto que me interesa una poesía crítica y reflexiva, capaz de dar cuenta no sólo de nosotros mismos sino también del mundo en el que participamos. En cualquier caso, desconfío de la lógica del etiquetado tan al uso. Muchas veces esas etiquetas son utilizadas no tanto para comprender o clarificar desde dónde habla cada uno sino más bien para descalificar y excluir a otros del propio grupo de pertenencia. Esto lo vemos de forma reiterada: personas que se autoetiquetan de un color o de otro y terminan a menudo desconociendo cualquier producción poética que no coincida con la etiqueta elegida. Aunque quizás sea inevitable ser clasificado por los demás, por mi parte lo que intento es estar abierto a distintas corrientes estéticas, ser capaz de dialogar con ellas y apropiarme de aquello que aporta a construir este discurso que, efectivamente, no forma parte de la tribu.


Intento estar abierto a distintas corrientes estéticas.

P—Decis: "Quien dice añoranza dice tierra venidera". El tema de la nostalgia del futuro está muy presente en tu obra y a mí me intriga saber qué relación tenés con ella, ¿por qué te atrae tanto la nostalgia de lo que va a venir?

R—Idealizar el pasado es una tendencia que está muy presente en los seres humanos. Solemos invocar la infancia como una patria idílica aunque, muchas veces, el recuerdo nos juega una mala pasada. A menudo olvidamos todo el dolor que arrastramos y que, en algunos casos, nos expulsa de nuestros lugares de origen, de nuestros espacios natales. Pero en vez de refugiarnos en ese pasado que ya es intransformable, quizá la apuesta -al menos la que me interesa- pase por redirigir esa añoranza hacia el futuro para construir lo que deseamos y no tenemos. Esta futuralgia, que en realidad es un término que me he apropiado de Jorge Riechmann, reenfoca ese deseo hacia la construcción del porvenir. Vivimos en la brecha entre lo que deseamos y la realidad con la que nos topamos a diario. Entre esta situación presente en la que hay tantos dramas colectivos e individuales, en la cual vemos cómo cada día crece cierta xenofobia y racismo, en un sistema donde persisten fuertemente las estructuras patriarcales y que produce opulencia a la vez que pobreza masiva…, en suma, ante esta realidad histórica que nos aplasta, entiendo que como sujetos de deseo necesitamos abogar por una práctica transformadora. Y esa práctica transformadora se realiza en presente, aunque sea en nombre de un proyecto de futuro más justo, ligado a una sociedad igualitaria y plural que muchas personas añoramos.

P—En este libro la esperanza, la dulzura, los instantes están más presentes que nunca. Aunque también hay rabia y desesperación, tengo la sensación de que es tu libro más luminoso. ¿Tenés más esperanza? ¿Considerás que es tu libro más luminoso?

R—Bueno, no tengo claro que sea mi libro más luminoso -eso más bien me lo pueden decir los demás- pero sí es cierto que hay un esfuerzo por recuperar experiencias de distinto signo. Está presente la rabia, el dolor, la desesperación, pero también, en este caso, hay un intento de recuperar esas experiencias luminosas vinculadas a nuestros afectos, nuestros amores, nuestras amistades. Y también la apuesta por una esperancita -así la llamó yo- para construir justamente esa sociedad y ese otro ser humano que buscamos. Muchas veces la esperanza se convierte en una simple espera. A lo mejor el desafío sea dejar de esperar y asumir que, puesto que nuestras promesas no tienen garantía, no tenemos más camino que poner el cuerpo y luchar por esos ideales que en buena medida nos sostienen.


Hay un intento de recuperar esas experiencias luminosas vinculadas a nuestros afectos.


«Desde lejos» de Arturo Borra (Eolas Ediciones)


DESDE LEJOS. ARTURO BORRA. EOLAS EDICIONES. 2020

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