Katya Adaui: «Lo literario va al cómo de las cosas»

Entrevista a Katya Adaui, autora de «Geografía de la oscuridad» (Páginas de Espuma).

Foto: Alejandra López

En su libro Geografía de la oscuridad (Páginas de Espuma), Katya Adaui se interna en los misterios de las relaciones familiares desde una lengua extranjera. Hurga en el dolor, la incomprensión y la rabia, pero también en el afecto. Pero lo hace intentando llegar al lenguaje de lo no dicho, para rescatar el ápice de luz en el desconcierto de la infancia. Nombra lo invisible y construye una estética de lo inmediato sin olvidarse de la luz poética que le pedimos a todo texto. Un libro fascinante sobre el que hemos conversado, correo electrónico de por medio, con su autora.


P—¿Cuál fue el detonante para escribir este libro?

R—Me llegó el título, eso fue lo primero. Y como no me lo podía sacar de la cabeza, comencé a escribirle alrededor.

P—¿Por qué Geografía de la oscuridad?

R—Porque no vi otro título posible, siempre fue ese. Y me fue dado.

P—¿Pesa mucho lo visual o lo pictórico en el origen o el desarrollo de tus cuentos?

R—Siempre imagino que tengo una cámara frontal, los personajes me piden que los siga y atestigüe en silencio.

P—¿Por qué la familia?

R—Dos seres ya forman una. Un núcleo poderoso y frágil a la vez. Una potencia muy dada a la implosión.


Un núcleo poderoso y frágil a la vez

P—¿Cuál es el secreto más peligroso que puede esconder una familia?

R—Eso lo puede decir cada hijo o cada hija, pero supongo que tiene que ver con la negación.

P—El mar y la infancia son elementos que atraviesan todas las historias. ¿Cuál es tu vínculo con ellos? ¿Qué valor literario o imaginativo suponen para ti?

R—Mi infancia fue marítima los domingos, en las playas públicas de La Herradura y Pucusana. Mi alegría por la fiesta del agua y el miedo al ahogamiento. Esa ambigüedad caló y ocurre en mi escritura.

P—¿Cuál es la ventaja de centrar la narración en lo invisible, en lo que no brilla?

R—Me gusta respetar la inteligencia de quien me lee, no darle una escritura subrayada, gritona, que dice: “esto es lo importante”. Creo que debo acompañar, con la esperanza de que se olvide de mí.


Me gustar respetar la inteligencia de quien me lee

P—¿Cualquier historia merece ser contada?

R—No toda historia se hace historia, a veces es solo anécdota. Lo literario trasciende la anécdota. Va al cómo de las cosas.

P—¿De qué manera crees que se debe filtrar la luz a la hora de escribir?

R—Joy Williams dice que el momento estelar de un cuento es cuando los personajes pueden acceder a un momento de piedad, aunque no lo tomen.

P—En lo formal, ¿de qué manera te gusta trabajar?

R—Es importante para mí que la puntuación esté al servicio del lenguaje, eso crea un ritmo, un ronroneo o rugido del texto; la búsqueda íntima de sonido y silencio.

P—¿Por qué crees que es importante la estructura en un cuento?

R—La estructura es lenguaje. Todo es lenguaje.

P—Te quiero preguntar por tu pasión lectora. ¿Qué buscas en los libros? ¿Qué autores te han servido de faro a lo largo de tu carrera como escritora?

R—Busco quedarme en un remolino sin poder salir, quedarme pensando, fascinada, en estado de admiración y goce. Por ahora ellas, sin ánimo de listar, sino de celebrar: Ursula K.Leguin, Cristina Rivera Garza, Jamaica Kincaid, Vivian Gornick, Annie Ernaux, Anne Dufourmantelle, Anne Carson, María Negroni, Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara, María Sonia Cristoff, Terry Tempest Williams, Ünica Zurn, Carmen Ollé, Gabriela Wiener.

P—¿Te ha salvado la escritura de la oscuridad alguna vez?

R—La escritura no, pero la lectura siempre.


Busco quedarme en un remolino sin poder salir

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