Imaginar un lenguaje habitable

Reseña de «Babilonia dream» de Alicia Louzao (Bajamar Editores).


Babilonia, la ciudad mítica que pasó de ser refugio de nómadas a urbe engrandecida por Nabucodonosor II, la arquitectura urbana que sirvió como alegoría de la eudaimonía y que serviría para alimentar los sueños de la nostalgia en el futuro. A esta ciudad, o a las vistas y a los sentidos de ella, nos lleva Alicia Louzao en Babilonia dream (Bajamar Editores) quizá con el deseo de recordarnos que aunque todos sabemos que Babilonia existe, nadie podrá jamás habitarla realmente. Un libro extraordinario que viene a reforzar la magia poética de esta escritora ferrolana.


Construir una ciudad que se convierta en un mundo


Lo que le pedimos a la poesía es que sea capaz de sostenernos en el infierno. Al leer a Alicia Louzao esta esperanza se vuelve tangible. Lo podemos comprobar con cualquiera de sus libros. También con éste. En Babilonia dream insiste en su valentía, que no me canso de señalar, de trabajar con un lirismo que se entromete en imágenes cotidianas, a veces ordinarias, otorgándole a todo el texto una altura imposible. Babilonia, la ciudad mítica, es una ciudad real, somos nosotros también, son nuestros anhelos y las pocas posibilidades de alcanzarlos. También es la literatura, ese espacio donde todos los sueños por ser imposibles son realizables.

Babilonia es un manantial divino de luz y de esperanza, y en esa fuente abrevan todos estos poemas. «El primer habitante que se perdió en Babilonia llevaba un mapa en el cuello como un cristal en el ojo, / el mapa desenvolvía las venas de las ciudades y del habitante que no veía».

Aquí tenemos uno de los primeros elementos que van a repetirse a lo largo del libro: la ceguera. La necedad de insistir en una arquitectura que se viene abajo; ¿podríamos leer la desesperación de los olvidados? Quizá. Y también, el hundimiento del más bello de los barcos, el paraíso que naufraga para siempre. Sobre esa desesperación que tanto se relaciona con los tiempos que nos toca vivir encontramos contundentes poemas. Leemos: «Nadie camina mirando hacia arriba».



El estilo vanguardista de Louzao


La propuesta estética de este libro —y me atrevo a decir que lo es cada trabajo de Louzao— es encontrar una voz que sea tan respetuosa con la tradición como con el presente. La búsqueda de un lenguaje habitable, donde la ciudad que se levante pueda sostenernos como si fuera un mundo. Una poesía que dibuje el mapa de esa ciudad que nos permitimos desear, sin olvidarse de que hay que encontrar una puerta de salida, y que esa puerta nos obligará a cavar un hueco en la piedra, destruyendo cierta armonía arquitectónica. Pero sin hueco no hay futuro.

Los poemas de Alicia se abren así, contra la piedra, y nos guían a través de las sombras. El lirismo onírico se entrecruza con el realismo más cruel, a veces brutal, y juntos van a parar a una composición vanguardista. Y aquí hay algo que me parece interesantísimo y que hallo en cada libro de Louzao: la comprensión de lo que una estética vanguardista exige; me refiero al respeto por la tradición, asumiendo que de no hacerlo toda apuesta estética es fútil, y como cosa pasajera que es, se perderá en el olvido. Saber encontrar el dintel marcado para hacer explotar la casa apropiada es el gran desafío. Y Louzao lo comprende. «Nosotros sabemos, / desde que íbamos al colegio, / que si no eres el muerto / nunca podrás salir de aquí».

Este libro tiene muchos ecos de Manual para la comprensión del insomnio (Ediciones El Transbordador); como este otro poemario, y más que los siguientes —Las niñas que no queríamos ir a la escuela (Liliputienses) y El circo volador— ofrece una poética que tira de la estructura narrativa sin apoyarse en sus pilares, reconduciendo el lenguaje hacia un territorio difuso. De este modo, construye pequeñas historias que se mueven por sí solas, de forma lírica, desacompasada de lo poético y de lo narrativo.

Los poemas van presentándonos a una serie de personajes cinematográficos y literarios que cumplen la función de revelarnos el gran secreto: de qué trata el libro, de qué estamos hablando realmente. Como en el paseo de Marla —«Marla dice: / supiste invocar las cosas bellas»— donde nos metemos en una escena mítica del cine y avanzamos desde ahí hacia el sentido que Louzao quiere darle al hueco, al poema. «Pero te miré a los ojos como si fueras el propio abismo. / Te miré a los ojos y te dije / que una vez / supiste invocar / las cosas bellas». El cine, como en este poema, está muy presente en todo el libro, y también la literatura. Personajes variopintos cohabitando con la voz poética, que describe esa Babilonia que se extiende y se extingue, que es todos los días y es el último. Y a través de este viaje nos toparemos con la voz de Helena Bonham Carter, Colin Firth o el propio Holden Caulfield (que le debemos a Salinger).

Un libro que avanza de la mano de estos personajes y de otros imaginarios y que nos va descubriendo un universo. El lenguaje se convierte en un espacio capaz de contenernos, de cuidarnos, de inspirarnos. El lenguaje nos invita a creer que el sueño es la realidad y que Babilonia es aquí y ahora, aunque esté oscuro, aunque no sepamos la verdad y nos falle la bola de adivinación. Todo eso es Babilonia dream.



Repetir(lo) para creer


Un recurso que Louzao explora con cierta insistencia en este libro es el constante parafraseo. Podríamos preguntarnos cuál es la necesidad detrás de esta obsesión, qué es lo que estamos buscando, ¿quizá la frase perfecta? Difícil saberlo. Sin embargo, me atrevo a decir que aquí, en este detalle, tenemos uno de los grandes aciertos de toda la obra de Louzao. Su capacidad para reformular una frase varias veces a lo largo de un mismo poema, otorgándole nuevo significado cada vez, sin llegar a volverse monótona o cacofónica, es deslumbrante. Me hace pensar en el canto, en la posibilidad de variar la intensidad de la voz y los silencios para conseguir que una misma frase pueda significar cosas distintas en cada repetición. Y me viene este ejemplo: «Pero no voy a hablar de la luna / porque eso ya lo hicieron». Y unos compases más adelante oímos: «Pero no voy a hablar de la luna. / Porque otros antes ya lo hicieron». Y la canción cierra así: «Y le digo / que no vengo a hablar de la luna. / Eso otros ya lo hicieron». ¡Alucinante!

En el origen del poema está la oscuridad. Pero en ella, aparece una chispa. Y ahí, la magia de Louzao. Ahí el gran regalo que es su poesía «Todo comienza con la luz en el pasillo. / Como si alguien estuviera despierto en el / vientre de la noche». La tristeza, el duelo, la desesperación, la extrañeza, la soledad, son algunos de los temas que están al principio, en la semilla de su poesía; pero gracias a sus giros estructurales y al uso de la ironía Louzao consigue que una cosa bien triste nos permita una sonrisa, nos renueve la esperanza, nos recuerde que no todo está perdido.

Babilonia es todos los días. Un grafitti que apuntala todos los poemas de Louzao y nos invita a repensarnos a través de la palabra. En la semilla el dolor, pero también la posibilidad del Ahora. Quizá sea éso lo más interesante para quedarnos de este libro, el brillo extático de la palabra que se alía con el sueño para darnos esperanza. Quizá esta ciudad, que es Babilonia, que es este libro, sea un territorio ideal en el que podamos volver a empezar. Un poema que sirva para pensar en un sueño constante, imposible pero cierto. «Campanas sonaron y rompieron la calle». Que nadie se pierda el lujo y el inmenso regalo que es leer a Alicia Louzao.



BABILONIA DREAM
ALICIA LOUZAO
BAJAMAR EDITORES 2021

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