«La impostora», de Nuria Barrios (Páginas de Espuma)

Un ensayo sobre el oficio de la traducción y las voces que intervienen.


«Leer por primera vez con ojos de traductora puso fin a la confortable inocencia en la que había vivido». Así comienza La impostora de Nuria Barrios —Premio Málaga de Ensayo— (Páginas de Espuma), un lúcido ensayo sobre el oficio de la traducción y todos los engranajes íntimos y colectivos que se ponen en marcha con él. ¿Quién traduce? ¿A quién pertenece la voz que cae en nuestras manos cuando leemos una obra extranjera? ¿Qué temores sacuden el ánimo del que debe trabajar con el pensamiento y las palabras de otra persona? Barrios atraviesa con su pluma cáustica las numerosas inquietudes que se activan con la traducción y nos ofrece un texto amoroso hacia el universo de las letras y el poder de la imaginación.


Trabajar en el margen


La traducción ese «vértigo que provoca la belleza» es el gran tema de La impostora. Encontramos un texto que se teclea desde lo íntimo para poner en palabras los miedos y las preocupaciones de muchísimas personas que se dedican a este oficio, donde Barrios hace hincapié en la invisibilidad y precariedad que trae aparejado este trabajo. El punto de partida es la propia experiencia de traducir pero, a medida que avanzamos en la lectura, nos iluminará en torno a la historia de la traducción desde sus orígenes, orígenes donde también, aparece la invisibilidad. Asimismo, la autora de Todo arde (Alfaguara) reflexiona sobre diversos aspectos vitales que influyen en el desarrollo del oficio. Tomar la decisión de convertirse en traductora marcó un antes y un después en su vida, nos confesará en este ensayo escrito con lucidez que ha sido merecedor del Premio Málaga de Ensayo.

La gran tesis de este libro parece ser: para traducir debes convertirte en nadie. La impostora. Una criatura que cultiva una voz extraña y consigue que parezca sólida. Una mujer que trabaja en la intimidad de su cuarto con las palabras ajenas alejándose de su voz. ¿Es esto realmente así? La primera gran pregunta cae a poco que avanzamos sobre este ensayo. ¿Qué tienen en común la traductora y la escritora? ¿Cuáles son los límites que configuran ambas identidades? Preguntas sobre las que Barrios expone un razonamiento cristalino a la vez que curioso, hurgando en el fondo de las cosas y su sentido.

Lo que importa es el texto, podríamos afirmar como segundo punto. «La única verdad para mí es el texto», me dijo Antonio Soler hace poco. Y pienso en ello mientras leo a Barrios. La verdad. La escritura nace, la traducción se hace. Se escribe para entender y dar forma a una chispa; se traduce desde una forma para llegar a la semilla. Esto es quizá lo que pretende desvelar La impostora. La escritura se abre camino desde un territorio extraño y va adquiriendo forma; la traducción, en cambio, parte de un todo sólido. Si la escritura opera desde lo desconocido, ¿desde qué lugar se traduce? Leemos: «La escritura siempre me había ayudado a hacer conocido lo desconocido. La traducción hizo desconocido lo conocido». Este descoloque es el que sacude a la ensayista. A partir de su primera experiencia como traductora, descubre que no sabe leer y que toda la comodidad que este tercer oficio le ofrecía ha desaparecido, ahora «la lengua materna, la lengua que he mamado, se agría en mi boca».



Perspectiva de género y traducción


¿Se puede entender la traducción como una forma de creación o deberíamos asumirla como un trabajo mecánico y objetivo? El árbol de las preguntas se convierte en un bosque frondoso. Pensar la traducción como un trabajo mecanográfico es lo que hacen los malos traductores o los que no entienden el oficio. Y aquí llegamos a lo más interesante de este libro, que podría ser nuestra tercera afirmación: no existe una única forma de traducir algo.

Hace un tiempo saqué de la biblioteca un libro de Anna Ajmátova y me enfadé muchísimo al abrirlo y ver que otro lector había tachado y corregido las traducciones. Me enfadan las personas irrespetuosas con el trabajo de otras, me enfadan los que creen que su sola mirada es la válida, y por eso me ha hecho tan feliz encontrarme en este libro con esta idea de heterogeneidad en la traducción. Todo texto traducido es un nuevo texto, parece venir a decirnos Barrios. Y lo plantea de una forma interesantísima, ofreciendo varias traducciones distintas de un mismo relato de James Joyce, «Los muertos». Todas bellas. Todas capaces de tocarnos el alma. Es imposible pensar que todo texto puede encontrar su molde perfecto, porque «traducir es una conversación abierta que se inicia con el texto».

Y llegamos a la mirada, ¡qué importante es pensar en ella, en cómo construimos mundo a través de los ojos y la actitud! «¿Existe una perspectiva de género al traducir? ¿Existe una perspectiva de género al leer?» En uno de los capítulos, Barrios se centra en la perspectiva de género y se pregunta por su implicación en el oficio. ¿Se puede traducir o leer perdiendo todo contacto con la propia identidad? No parece del todo posible. Toda escritura sacude nuestros cimientos, es más, no podemos hacer nada en nuestra vida perdiendo contacto con lo que somos. Y quizá de ahí viene esa necesidad de escribir en femenino, porque «soy mujer y escribo a partir de mi experiencia en un oficio donde las mujeres son mayoría».

No renunciemos al placer lector. Abandonémonos en los brazos de los traductores, porque la confianza y la complicidad frente a ese malentendido literario que implica toda trasvase textual de un idioma a otro encierra un mundo de posibilidades y es, además, uno de los gestos de confianza más hermosos que podemos desarrollar como lectores. Entendamos que «la ficción no es fabulación, sino confabulación», entre lectores y escritores, entre lectores y traductores. ¡Ah, la fábula que nos mantiene a salvo! Que nadie se pierda este fantástico ensayo sobre el amor traductoril y la imaginación como compañera y arquitecta de nuestros sueños.




LA IMPOSTORA
NURIA BARRIOS
PREMIO MÁLAGA DE ENSAYO
PÁGINAS DE ESPUMA
2022

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