Bibiana Collado: «Nosotras nos censuramos porque tenemos miedo»

Entrevista a la escritora Bibiana Collado, autora de «Yeguas exhaustas» (Pepitas de calabaza).

Bibiana Collado
Bibiana Collado fotografiada por «El Mostrador Estudio Creativo»

Yeguas exhaustas de Bibiana Collado (Pepitas de Calabaza) es una novela ensayística en la que la autora nos invita a hacer un recorrido por las preguntas importantes relacionadas con la identidad, la profesión, la lucha de clases y la meritocracia. Es un libro escrito con sensibilidad y perspectiva luminosa. Sobre él conversamos con la autora, para ahondar en los finos hilos que han hecho posible su construcción.


Un libro escrito con sensibilidad y perspectiva luminosa.

P—Escribir sobre el mundo sintiéndose fuera de él. ¿Es éste el punto de partida de tu libro?

R—Al contrario, formamos parte del mundo y por eso lo representamos de múltiples formas.

P—La pregunta obligada: ¿por qué Yeguas exhaustas?¿y para quién?

R—¿Por qué? Quizá una cita del libro pueda responder mejor que yo: «Crecer consistió en ir entendiendo los motivos por los que mi madre casi siempre estaba seria y triste. El principal de ellos era sencillo, sencillo y apabullante: estaba cansada. No cansada metafóricamente, no cansada del mundo y sus problemas, de la incomprensión o de las peleas. No. Estaba literalmente cansada, físicamente cansada. Reventada de tanto currar, como una yegua siempre exhausta al final de una carrera que no se acaba nunca».
»¿Para quién? Para todas y para todos, porque somos muchísimas las personas que hemos experimentado violencias de clase.

P—Pones en palabras algunos temas sobre los que no se habla pero que sabemos que están ahí como fantasmas merodeando. ¿Sentiste miedo en algún momento por “lo que estoy a punto de decir”?¿Te planteaste abandonar o te presionaron para que lo hicieras?

R—Sí, sentí miedo. No sé si he dejado de sentirlo todavía. Abordar determinados temas en la literatura tiene consecuencias reales sobre nuestras vidas: profesionales, económicas, simbólicas...
»No obstante, la ficción es precisamente ese reducto para atreverse a señalar aquello que la vida no permite.

P—Por un lado estamos claramente frente a una voz narradora bien definida y tenemos, evidentemente, una estructura de novela, pero por momentos el discurso se tuerce a un punto en el que ya no sabemos si quien habla es la narradora o una voz externa (la de la escritora) que nos muestra el mundo desde un análisis crítico que se acerca mucho al ensayo. ¿Qué fue lo que más te importó a la hora de ordenar ficción y análisis?

R—Hacer análisis también es hacer ficción. Eso lo aprendí de la escritura académica, de la crítica literaria. Lo que me interesaba de este libro era, precisamente, no separar una cosa de la otra.


Abordar determinados temas en la literatura tiene consecuencias reales.

P—Este juego entre estilos de escritura te ha permitido ofrecernos una historia intensa y desgarradora de violencia y opresión a través de la cual planteas preguntas importantes en torno al deseo. ¿Leo bien si entiendo que dejas caer la idea de que la opresión sigue vigente porque ahora somos nosotras nuestras propias censoras (como resultado de siglos de educación en la docilidad)?

R—Nosotras nos censuramos porque tenemos miedo, porque padecemos las consecuencias de ejercer nuestra libertad plenamente. Como he señalado en una de las anteriores preguntas, nuestras acciones tienen consecuencias. O dicho de otro modo, es mucho más sencillo que una mujer sea bien recibida y asimilada por un campo (cultural, académico, empresarial... el que sea) si no señala las fisuras del sistema, la opresión constante, en definitiva, si no dice que el emperador está desnudo.
»Esa angustia que nos recorre no es responsabilidad nuestra. Es frecuentísimo tener miedo, incluso sin darnos cuenta de que lo tenemos. Es decir, la censura sigue siendo externa, aunque haya cambiado sus métodos.

P—El fracaso unido a la promesa de alcanzar un futuro confortable si nos esforzamos lo suficiente es uno de los temas sobre lo que más vuelves. ¿En qué momento de tu vida fuiste consciente de que esta idea era falsa? ¿A quién le conviene que sigamos creyendo en ella?

R—Se trata de una toma de conciencia progresiva. El sistema académico y laboral me fue mostrando que no era suficiente con obtener todos los títulos posibles con las mejores calificaciones. Se necesita siempre «algo más» que los de abajo no tenemos: tiempo, dinero, contactos... Una manera de estar en el mundo que no nos ha sida transmitida. Es evidente a quiénes les conviene.

P—El borrado de clases en el mundo de la cultura se ha llevado a cabo mediante la negación del dinero, pero el dinero importa mucho en la vida de tu personaje y desmenuzas sus gastos. ¿Por qué?

R—El borrado del dinero en la ficción y en nuestra educación sentimental amputa el modo en que percibimos el mundo y nos vuelve vulnerables y torpes para interpretar la realidad. Hablar de dinero nos hace más libres y conscientes, nos ayuda a desmantelar muchas de las estrategias de opresión que nos rodean.

P—Por el deseo de integración la protagonista llega a pensar que para poder “emigrar” a ese mundo nuevo debe negar su pasado construyendo una identidad que no se parezca en nada a la que ha dejado atrás. ¿Acaso se puede?

R—El circuito al que Beatriz quiere entrar ridiculiza constantemente la identidad de «los de abajo». En este país, los culturetas de cualquier ámbito se sostienen sobre la condescencia y el borrado de todo referente cultural que no conforme su marco elitista y prejuicioso. En ese contexto, es normal que las beatrices, que somos la mayoría de las personas, nos sintamos incómodas, juzgadas y presionadas para «modificar» parte de esa identidad. Eso es violencia de clase.

P—La pregunta anterior se relaciona con ésta: Escribes: «Mi vida ha estado cuajada de escenas que me han devuelto una y otra vez a la pregunta sobre el origen». ¿Se podría escribir sin ahondar en el origen?

R—Todos los personajes literarios tiene un origen y este condiciona su manera de hablar, de actuar, de sentir... Por tanto, toda escritura está trabajando con el origen, aunque no lo explicite.

P—¿Nos sigue costando señalar al mundo como el responsable de nuestro fracaso o de nuestra herida, como si al responsabilizarnos tuviéramos más posibilidades de cambiar el curso de nuestra vida?

R—Esa es precisamente la estrategia de los libros de autoayuda, Belén Gopegui lo explica muy bien en su libro El murmullo. Si la responsabilidad es individual, resulta más fácil de asumir y es posible el cambio con la mera voluntad personal. Si el fracaso es fruto de un problema sistémico y, por tanto, requiere una respuesta colectiva y organizada... ahí la cosa se complica. Los problemas de Beatriz en Yeguas exhaustas no son individuales, sino que nos atraviesan como comunidad y responden a fallos estructurales de nuestra sociedad.

P—¿Qué elementos no pueden faltar en un discurso íntimo para nombrar lo colectivo?

R—Lo íntimo es un tono, un modo de abordar el lenguaje, un lugar de enunciación. Y resulta tan adecuado para nombrar lo colectivo como cualquier otro o, quizá, más porque permite que se establezca la identificación de un modo más natural.

P—El lenguaje ocupa un lugar central en tu libro. Las preguntas importan, pero también la estructura. ¿De qué manera trabajaste el equilibrio entre fondo y forma; qué metas tuviste en mente?

R—Mi opción consistía en emplear un lenguaje que interpelara constantemente a la persona que está leyendo, que la incluyera en el proceso de formación del discurso. Debía tratarse de una lengua que no traicionara aquello de lo que se habla y de una estructura que permitiera compartir y construir pensamiento comunitariamente.

P—Me ha interesado esa técnica de tocar los temas pero no ahondar del todo en ellos, sobre todo cuando te refieres al deseo sexual en el ambiente educativo. ¿Esta forma de señalar sin profundizar qué te permite en términos literarios?

R—Se trata de un libro de ficción, no de un ensayo. Por tanto, su profundidad es la de la novela, no la del análisis sociológico. No pretende describir exhaustivamente una situación, sino plantear la problemática y abrir agujeros en nuestra manera de percibir la ficción y la sociedad en la que vivimos.

P—¿Qué lecturas te acompañaron mientras escribías Yeguas exhaustas?

R—La escritura de Yeguas exhaustas se extendió durante años, de manera que son muchas las lecturas que me acompañaron y me atravesaron. Las voces de Elena Medel y Belén Gopegui, a las que cito en el libro, estaban ahí. También la de Carmen Martín Gaite, a la que explicaba en mis clases. Por supuesto, las poetas a las que admiro estaban todo el tiempo sobrevolando mi cabeza: Dulce María Loynaz, Rosario Castellanos, Claribel Alegría, Alejandra Pizarnik, Blanca Varela, Idea Vilariño, Gabriela Mistral y muchas más.

P—¿Qué significa ser mujer y escribir en este mundo?

R—Riesgo.


«Yeguas exhaustas» de Bibiana Collado (Pepitas de Calabaza)
«Yeguas exhaustas», de Bibiana Collado (Pepitas de Calabaza)

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