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Introducción
Escribe Virgilio González Briceño sobre el trabajo de edición de Para quedarme aquí (Editorial Graviola) que es una propuesta que intenta presentar «un retrato de la migración latinoamericana desde la literatura y según sus protagonistas». El modo es auténtico: una lista de prestigiosos autores que hacen de la ficción el espacio perfecto para plasmar las preguntas de la soledad, la rabia y la distancia aguda que introduce la migración en nuestras individualidades, y que muchas veces no sabemos conjugar con palabras. Una antología preciosa no sólo por las historias sino por la edición cuidadosa y colorida que han hecho los editores. Ilustrada de forma bellísima por Leire Urbeltz.
Clara Obligado y Rodrigo Blanco Calderón
«¿Cómo hubiera sido mi vida si no hubiera dejado mi país?». Esta pregunta que todas nos hemos hecho alguna vez y que con tanto acierto formula Agota Kristof en su obra monumental La Analfabeta es también la que articula todos los relatos de este libro. Es curioso que Brenda Navarro cite a Agota en el prefacio y que el primer cuento de la obra avance sobre la complejidad de la distancia sin lenguaje. Escribe en Las dos hermanas Clara Obligado que cuando se estaba marchando de Polonia el protagonista del cuento tuvo la intuición del duelo salvaje y «supo que aquella separación sería tan larga y dura como la muerte, puesto que ella [su madre] no sabía escribir». La primera inquietud que asoma a este libro es brutal. A través de un cuento que combina el realismo latinoamericano con el tono agridulce de la literatura europea del siglo XIX, Clara Obligado nos presenta una narración que plantea con acierto las tensiones entre el idealismo y la crisis del individuo, tan características del final de una época. Y, como ya nos tiene acostumbradas, va encaminando los hechos hacia un destino que es anulado gracias al factor sorpresa.
Un viaje inverso realiza el protagonista de El extranjero, el fabuloso cuento de Rodrigo Blanco Calderón, que viene a confirmarnos al autor de Los terneros. Lo que me parece fascinante de la narrativa de Rodrigo es su mirada cinematográfica. Sus cuentos se componen de escenas tremendamente visuales. Aquí, un barrendero venezolano recoge el cuerpo sin vida de una paloma en una calle de Málaga en el mismo momento en que está por encontrarse con un personaje que lo llevará de vuelta a su pasado; a partir de ahí, Rodrigo nos zambulle en una espiral de duda e incertidumbre. Un cuento con la tensión justa para mantenernos en vilo mientras sentimos que la realidad es un espacio tremendo «donde el crimen y la belleza se suelen confundir sin distinción de pudor».
Un cuento turbio y asombroso |
Sofía Carrère y Alejandra Banca
El tercer cuento vuelve al asunto del lenguaje. En Mi familia no habla de Vietnam Sofía Carrère reflexiona sobre la lengua perdida y las experiencias dolorosas que llevamos incorporadas a la memoria subjetiva. La descendiente de una mujer francesa que emigró a Vietnam durante la guerra siguiendo a su marido que era soldado se lanza a la difícil tarea de reconstruir la historia familiar. «Lo poco que sé de ser francés en Indochina, lo leí en los libros de Marguerite Duras», leemos. Desde ahí, la autora chilena desarrolla la historia de una familia marcada por la violencia institucional y sistemática y se retuerce en preguntas sobre el dolor nunca puesto en palabras de los antepasados.
Abejitas repartidoras de Alejandra Banca es un cuento con un tono totalmente distinto. Esto es importante. En la edición se ha procurado intercalar las narraciones predominantemente descriptivas o íntimas con textos que se apoyan en el discurso coloquial y son más dialógicos, esto permite conectar inmediatamente con el tono de cada uno, al ser totalmente distinto al del cuento anterior. Después del cuento de Carrère donde encontramos una escritura introspectiva y honda, el de Banca destaca por su liviandad, aunque la misma no se ve reflejada en el tema. Una chica trabaja en Barcelona repartiendo comida rápida en una bici y se enfrenta a la soledad y la denigración racista que convierte en criminales o "vagos" a los que no han nacido bajo la misma bandera. Leemos: «mala puntuación porque es tu culpa, obvio, que el pedido llegue a deshoras y destemplado, no estás pedaleando lo suficiente».
Clara Obligado y un cuento redondo |
Daniela Tarazona y María Fernanda Ampuero
Daniela Tarazona con su agudeza narrativa colabora con un cuento titulado El regreso. En él trabaja con una de las inquietudes más brutales vinculadas a la extranjería: la imposibilidad de volver a la patria, porque patria es ya otro lugar. «Si se contara la historia tal como es, que decidió volver a su sitio de nacimiento para pasar los últimos años de vida allí, se procedería con injusticia, pues lo que hizo, en realidad, fue irse hacia ninguna parte. El sitio de su nacimiento y el de su niñez se perdieron para siempre», leemos. La autora afronta con impecable acierto el viaje migrante, que se inicia pero no acaba nunca a través de un personaje que se ve despojado de la idea de hogar.
Biografía es el cuento con el que colabora María Fernanda Ampuero. El mismo con el que arranca su libro de cuentos Sacrificios humanos (Páginas de Espuma) donde la narradora presenta una peculiaridad presente en la mayoría de las protagonistas de los cuentos de la escritora ecuatoriana: el desesperado deseo de encontrar una solución a una vida de pobreza, angustia y marginación. Y siempre la pregunta: ¿tienes papeles?, que se dice con tanta facilidad y que si la respuesta es negativa rebaja la experiencia humana a la de los objetos. «Qué imprudente, qué loca, dirán, pero quisiera que me vieran sin documentos en un país extranjero contando y alisando los pocos billetes para poder pagar la habitación y comprar una barra de pan y un café solo». Así comienza un cuento desgarrador firmado por una de las escritoras más relevantes del gótico latinoamericano.
Daniela Tarazona, la magistralidad del cuento |
Daniel Franco Sánchez y María Rosa Lojo
Daniel Franco Sánchez se inclina por un cuento donde la ternura de los afectos sirve para contrarrestar la soledad del migrante. Eïsbar es un texto sorprendente que combina un escenario atmosférico hostil con la desesperación de la inquietud que no nos abandona nunca. «Como una muerta me tienen, Diego, sin hacer nada en este mundo». El frío externo congela la capacidad de acción de la protagonista; el miedo al rechazo paraliza en un mundo que no nos quiere en la calle. ¡Qué importante es que pongamos sobre la mesa esta parálisis, que ha condenado tantas experiencias migratorias! Un cuento sobre la fragilidad humana y la forma en que una mente con una tendencia neurótica puede encontrar el camino perfecto para la autodestrucción, justo ahí donde estaba también la ventana al futuro.
El libro se cierra con un cuento de María Rosa Lojo que defiende el mestizaje y recorre el árbol genealógico de una familia durante siglos para reflexionar sobre los desvíos presentes en todas las familias que han enriquecido sus voces. Leemos: «¿Sabría Otto Friedrich que una tintura roja como la sangre y venenosa como el acónito manchaba su origen desde hacía tres siglos?» Los saltos temporales y los hitos de la historia le permiten a la autora desarrollar con contundencia una de las ideas más potentes y que enraíza y sostiene el pasado y el futuro de nuestra especie.
Conclusiones
Para quedarme aquí es una antología bella y necesaria; se compone de interesantes historias que se sostienen en un parejo nivel y nos invitan a reflexionar sobre diversas cuestiones relacionadas con la experiencia migrante. Es un libro que cumple con lo que promete: «desarrollar un paradigma más auténtico sobre la diáspora latinoamericana, que ha marcado al continente y a todos los países a los que alcanza». Una excelente lectura para quien desee explorar las preguntas más significativas de la extrañeza.
PARA QUEDARME AQUÍ. VARIOS AUTORES. EDITORIAL GRAVIOLA. 2024 |
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