«Expediente de extranjería. Poesía y desplazamiento en el ámbito hispano», de Benito del Pliego (Varasek Ediciones)

Un ensayo que analiza las complejas relaciones entre la poesía y el espacio.

Portada de «Expediente de extranjería», de Benito del Pliego (Varasek Ediciones)

En Huellas dactilares escribe José Viñals: «No se puede evitar que nos manipulen el cerebro y el alma, pero al menos resistamos. Y entremos a saco en la poesía, en el arte, con nuestro ojo bárbaro. Es posible». El nuevo libro de Benito del Pliego, Expediente de extranjería. Poesía y desplazamiento en el ámbito hispano (Varasek Ediciones) recoge esta invitación y la convierte en método: entrar a saco en la poesía desde un análisis genuino y profundo en torno a las complejas relaciones entre poesía y nación, lengua y experiencia migratoria. El resultado es un ensayo fabuloso sobre la amplificación de la poesía cuando se ve atravesada por la experiencia exiliar. En un mundo que, a la vez que se globaliza, parece desintegrarse, el poema pide intensidad y defiende la inestabilidad como lugar de escritura.


Movimiento interno y externo


Para entender el mundo contemporáneo es necesario pensar la migración: las rutas que sobrevuelan la capa superficial del mundo y trazan conexiones vitales, culturales y estéticas. Las estadísticas de los desplazamientos globales nunca han sido tan elevadas. Sin embargo, hablamos poco de la forma en que el viaje migratorio atraviesa el lenguaje, lo modifica y lo empuja hacia nuevas formas de conciencia. O, con otras palabras, las implicaciones poéticas del movimiento.

En Expediente de extranjería, Benito del Pliego se ocupa, precisamente, de estas transformaciones. Podría ser pertinente decir aquí que toda su obra poética es también una pregunta sobre el movimiento y la lengua. Así lo hemos pensado cuando dijimos que en su obra «el ejercicio poético no funciona como una representación de la realidad sino más bien como una reja que se hunde en la tierra del mundo». En este ensayo, a través de un conjunto heterogéneo de poetas, revisa los vasos comunicantes entre patria y lengua, y analiza tanto las relaciones visibles como las corrientes secretas que operan en la escritura: «los cambios de país, los traslados internacionales de la escritura». Oponiéndose a cualquier homogeneización, Del Pliego cuestiona la idea de que la migración sea un proceso unidimensional o de impacto idéntico para todos los migrantes.

El ensayo plantea preguntas decisivas sobre el acto creativo y las relaciones interculturales, y se alza contra los tópicos vinculados a la experiencia migrante. La idea, por ejemplo, de que todos los migrantes han iniciado el viaje para huir de una situación económica agostada, buscando una mejora de su calidad de vida, cuando no es siempre así. «Otros salieron en busca de la aventura vital que la migración implica, dejando atrás voluntariamente una vida más predecible y la lógica de lo familiar», leemos. Hecha esta aclaración —cada persona tiene su experiencia migrante, con sus causas y transformaciones—, el autor busca puntos de encuentros entre tan variopintas poéticas.

¿Cómo se escribe desde el exilio? ¿Se pueden encontrar afinidades estéticas entre varios poetas cuyo único punto en común es haber abandonado su país de procedencia? Del Pliego detecta afinidades entre las poéticas exiliares: voces que, por desdoblamiento o por exceso de desplazamiento, «pueden terminar por no encontrar lugar en ninguno», en línea con la idea de Paul Virilio en su Estética de la desaparición: «Para no ser de nadie tienes que estar en todos lados y en ninguno».


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¿CÓMO SE ESCRIBE DESDE EL EXILIO?: LA PREGUNTA QUE ARTICULA ESTE ENSAYO

La frontera como patria


Toda obra responde a la pregunta por el lugar. ¿De dónde somos cuando las lenguas, los viajes y la herida alteran la percepción de uno mismo y la relación con el mundo? La identidad, como bien lo apunta Del Pliego, no es estable: se desdobla, se desplaza, se mancha. Y ese movimiento dirige la poética (la prepara, la anticipa y la construye). Teniendo en cuenta esto, toda escritura atravesada por la migración tiende a ser difusa y a plasmarse en una mirada poética que adquiere una «capacidad contrapuntística de percepción».

Una forma de mirar bifocal, donde origen y llegada producen una profundidad de campo que se revela en una obra polivalente. Los poetas hispano-latinoamericanos que escriben desde la migración trabajan dentro del mismo idioma, pero llevan la lengua hacia otros territorios, donde se tuerce, se expande y se vuelve permeable. En esas escrituras, señala Del Pliego, hay cierta capacidad «de desestabilizar las grandes narraciones culturales». Y quizá sea eso lo que pretendemos hoy de la poesía. En un mundo que se desintegra y se vuelve inestable, más que nunca necesitamos ejercer la apertura del sentido, la posibilidad de mirar de otra forma la vida y desmontar el pensamiento fijo.

En los poetas que aparecen en este ensayo encontramos un común deseo de hacer de la frontera una nueva patria. Sus poéticas son una invitación a la recreación del mundo, para construir un puente «que conecta la originalidad a la que le avoca su soledad con la apertura a la sociedad que se identifica con él, con ella, mediante la lectura». Del Pliego recorre estas voces con atención crítica y una preciosa sensibilidad, y construye un valioso mapa de estéticas observadas desde su identidad migrante.


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UNA OBRA ENTREGADA A LA PREGUNTA SOBRE EL LENGUAJE

Voces del extrarradio


Después de la potente apertura del libro, donde hay un planteamiento claro y amplio de la tesis que se intenta explorar, encontramos un estudio cuidadoso de múltiples voces del mapa hispano-latinoamericano. Del Pliego examina no sólo qué escriben estos autores, sino desde dónde y por qué lo hacen. Y comienza por una de las figuras cruciales del exilio argentino en España: José Viñals (Corralito, 1930). El fabuloso ensayo que le dedica permite adentrarnos tanto en las influencias vanguardistas como en la manera en que la identidad migrante atraviesa toda su obra. Se trata de un texto coescrito por Del Pliego y Andrés Fischer, atentos discípulos del maestro, a quien presentan como «un activista del desequilibrio y la inquietud, un propagador de la conciencia de clase». A partir de la obra magnífica de este poeta argentino, que articuló toda su escritura desde su condición de exiliado y dejó reflexiones ácidas, lúdicas y asombrosas sobre la transformación del poeta en el viaje, Del Pliego va introduciendo el análisis de otros siete poetas.

En Ana Becciu (Buenos Aires, 1948) Del Pliego destaca «la escritura como invención del sujeto poético, donde se ve una evolución en la forma de pensar la escinción del individuo, de la soledad al grupo». Además de ser una poeta destacada, Becciu ha sobresalido por haberse ocupado de la compilación de las obras completas de Alejandra Pizarnik y como traductora de Djuna Barnes Adrienne Rich y Hannah Arendt, entre otras. Su visión poética se podría parece un poco a la de Iser Rivero (La Habana, 1941), según la delicada mirada de Del Pliego, aunque de la poeta cubana el ensayista destaca su capacidad para convertir su espacio en signo y construir desde ahí «una poesía contraria a la normalización».

La escisión del sujeto y el desgarro articulan la mayoría de las obras de las que Del Pliego se ocupa. En Mario Merlino (Coronel Pringles, 1948), para quien esta fractura duró mucho más que el viaje físico, el ensayista encuentra la posibilidad de reflexionar sobre la escritura y la disidencia sexual, «como nos recuerda Bordieu, que la atención a la homosexualidad se convierte en un asunto político». Desde ahí se abre un territorio en el que la identidad deja de ser un simple dato biográfico para convertirse en un principio constructivo del poema: un modo de mirar y, sobre todo, de decir. La experiencia de la diferencia lingüística, afectiva y corporal redefine la arquitectura de la obra y la convierte en canal de tensiones que no podrían formularse desde ningún otro lugar. En estas poéticas, la identidad no sólo marca la distancia respecto al origen, sino que moldea la forma misma del acto creativo, haciendo del poema un espacio donde la fractura encuentra su voz.

En esa misma línea puede leerse la obra de Noni Benegas (Buenos Aires, 1951), para quien el poema es ante todo espacio: un territorio atravesado por el contrapunto, capaz de «ver lo que mira como si lo viese desde otro lugar». La identidad desplazada en sus poemas es una forma contundente de organizar la mirada sobre el mundo. En ese sentido, la experiencia migratoria no se presenta como tema, sino como una manera de habitar el lenguaje, y la identidad es una fuerza centrífuga que desde el poema abre el sentido al convertir el desarraigo en motor de innovación estética.


Cartel de la presentación de «Expediente de extranjería», de Benito del Pliego (Varasek Ediciones) en Málaga
BENITO DEL PLIEGO PRESENTARÁ SU LIBRO EN MÁLAGA


La poética del desarraigo


Los poetas del extrarradio no lo son porque sus propuestas sean pasajeras, sino porque la experiencia migrante los vuelve extraños de todo lugar. La marginación responde a la desigualdad y a que sigue primando cierta mirada europeísta sobre la organización del mapa de la literatura, que aisla a poetas que, como Yulino Dávila (Lima), han hecho de la extrañeza una mirada. Su escritura denuncia la falsificación de los mapas críticos que decide quién circula y quién permanece invisible en la poesía española contemporánea. Un ejemplo: «Vinieron / torcieron / se fueron // se quedó el zigzag preguntando por la derechura»..

En la construcción de los canones sabemos que el colonialismo ha funcionado desde tiempos antiguos como una forma de ordenamiento jerárquico y aristocrático. Escribe Benito del Pliego: «Hasta que no descubramos que los mapas en los que frecuentemente hemos basado nuestros juicios críticos son una falsificación de lo que en realidad se escribe, Yulino Dávila, otro buen número de poetas, mujeres y hombres llegados a España desde otros lugares, tendrán difícil disponer de cuerpo y presencia en las complejas redes que la poesía teje y que las academias y los periódicos disecan sin mayor cuidado».

Al presentarnos a Mario Campaña (Guayaquil, 1959) nos invita a descubrir que «su obra es un viaje sin fin que persiste en explorar los recovecos de un mundo íntimo, expresivo y social». El desplazamiento no es sólo geográfico, también afectivo y crítico, permite entrar al poema con sensibilidad y una actitud interrogante. Podríamos ligar esta idea con el estudio de la poesía de Andrés Fischer (Washington, 1963), donde el viaje es centro teórico y formal. «La formalización del poema es un correlato estructural de sus temas (y viceversa)», escribe Del Pliego, subrayando cómo en Fischer la movilidad se vuelve principio compositivo, desborda lo temático para ser arquitectura de la voz y la búsqueda estética. Un ejemplo: «Solitario en la llanura el árbol libra su batalla con el mundo».

Al final, cada lectura de este libro ilumina un modo distinto de habitar el mundo, una manera de contraponerse a la mirada obtusa y de poner la imaginación en el pensamiento, especialmente cuando el poema asume el riesgo de pensar desde sus propias ausencias. La lengua, en todas estas poéticas, funciona como un espacio de experimentación: una materia flexible que se tensa y se desordena, que no busca fijar un sentido sino demostrar que todo está por descubrirse. En lugar de intentar ordenar el mundo, estas poetas ponen en palabras el caos y revelan la potencia crítica que late en la inestabilidad del lenguaje.

El ensayo termina siendo una invitación a pensar la migración no como tema sino como camino estético. «La experiencia del exilio debe hacerse en el poema», afirma Eduardo Milán (Rivera, 1952), otro de los autores que se asoman a estas páginas. Su manera de escribir desde esa frontera vital y léxica le ha permitido dialogar intensamente con diversas tradiciones literarias y demostrar que el poema por venir debe imaginar un mundo distinto, mestizo, plural.

Hay, finalmente, una reflexión necesaria, en estos tiempos complejos, en torno a la visión del español en la literatura estadounidense. El ensayista recalca que la literatura de Estados Unidos (uno de los países más presentes en las trayectorias migratorias) nunca ha sido monolingüe, pese al empeño de los discursos oficiales, y que debería haber un cambio de perspectiva a la hora de pensar el mapa de un país fundado en la diversidad y las rutas migratorias. Recurre a la visión estética de Cecilia Vicuña (Santiago de Chile, 1948): «Una lengua ve en la otra el interior del estar». Parece innecesario agregar más. Estoy pensando que al final cualquier libro de Benito del Pliego es una invitación a abrir los sentidos. El signo se astilla y brilla algo que no habíamos visto. Este ensayo. Intentarán manipularnos, lo sabemos. Pero ¿qué pasaría si entráramos a saco a la poesía con toda la rebeldía de la que somos capaces? ¡Corran a leerlo!


Portada de «Expediente de extranjería», de Benito del Pliego (Varasek Ediciones)
EXPEDIENTE DE EXTRANJERÍA. BENITO DEL PLIEGO. VARASEK EDICIONES. 2025.

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