Cristina Sanz Guerra: «Ponerse en el lugar del otro es un acto solidario y a la vez creativo»

Entrevista a Cristina Sanz Guerra por su novela «No me llames loco, no te llamaré idiota» (Viento Norte)

Foto: Verónica Hernández

No me llames loco, no te llamaré idiota, la primera novela de Cristina Sanz Guerra (Viento Norte) es una obra interesantísima que sacude nuestra corteza interior y nos invita a reflexionar sobre las múltiples realidades (e identidades) que cohabitan en este mundo. Una novela tierna y con una clara intención de crítica social. Conversamos con la autora sobre las razones que la llevaron a tratar un tema tan delicado en su primera apuesta como escritora.

P—Hola, Cristina. Un placer tenerte en las entrevistas de Bestia Lectora. No me llames loco, no te llamaré idiota. Así se titula tu primera novela publicada por Viento Norte. Expones en ella ideas en torno a un delicado tema: la inclusión social. ¿Cuál es la semilla de este libro?

R—En origen tenía claro, quería, o incluso necesitaba, escribir una novela en la que el protagonista fuera un discapacitado intelectual; con esta idea como objetivo definí el personaje de Adrián, con la intención de que fuera un personaje creíble, que de verdad representara la realidad, externa e interna, de una persona con discapacidad, que no se limitara a llevar esa etiqueta sin más.
»El propio embrión de la novela ya es en sí mismo una oda a la inclusión: el protagonismo de un discapacitado intelectual sin maquillar, sin querer ser lo que no es, sin que el lector pueda ignorar esa parte del personaje.

P—Pese a que es una novela que plantea muchas preguntas en torno a las relaciones sociales y a los privilegios que algunos tienen en detrimento de otros, la reflexión se nos presenta de una forma sutil. ¿Qué prioridades te pusiste como meta en la escritura?

R—Las prioridades se refieren más a dónde no quería entrar que a dónde sí. Quería tocar todos los palos, sabiendo que eso podría ser un riesgo y quería poner al descubierto lo bueno y lo malo de las vidas y circunstancias de los dos personajes, ahondando en las percepciones sociales y las autopercepciones que establecen límites a su desarrollo como personas y como ciudadanos. Pero no quería entrar a hacer juicios de valor directos como escritora, los juicios de valor los hacen los personajes en alguna ocasión, pero generalmente los tiene que hacer el propio lector en función de su experiencia personal, de cómo perciba él mismo lo que se está exponiendo la novela. Para mí era importante que se tratara de eso, una novela, no un manual de buenas prácticas ni un manifiesto. Por eso se pasa muy de puntillas sobre muchos temas, porque lo importante es la historia, y las conclusiones deben llegar de quien lee, no de mí.



Para mí era importante que se tratara de eso, una novela, no un manual de buenas prácticas ni un manifiesto


P—¿Por qué crees que nos cuesta tanto ponernos en el lugar del otro?

R—Creo que ponerse en lugar del otro es un acto solidario y a la vez creativo, conlleva un esfuerzo emocional e intelectual. Por eso cuesta tanto, porque conlleva un esfuerzo, y tendemos a engañarnos pensando que es algo que tiene que llegar solo, como una especie de inspiración, cuando la realidad es que la capacidad para ponerse en el lugar del otro hay que trabajarla, hay que cultivarla, y eso no lo hace todo el mundo, o no le dedica el suficiente tiempo y energía.

P—¿Por qué sentiste que la mejor forma de contar esta historia era a través de los diarios, desde la voz de los personajes principales?

R—El planteamiento de la historia me lo pedía. Era necesario que los dos protagonistas pudieran expresarse libremente, que expusieran sus pensamientos y sentimientos más íntimos, así como sus recuerdos. La alternancia de los dos diarios me daba también la opción de que ambos personajes tuvieran la oportunidad de explicar los mismos acontecimientos desde dos ópticas completamente distintas.

P—¿Cúal ha sido el mayor reto al escribir esta novela?

R—Precisamente el doble diario, he tenido que definir dos voces completamente distintas, con dos hilos de pensamiento, dos formas de expresarse, dos estados emocionales, dos niveles de capacidad,... y hacerlo de manera continuada y creíble durante toda la obra. Ha sido realmente agotador estar saltando de uno a otro, haciendo el esfuerzo de ponerme en el lugar del uno o del otro teniendo claro el qué y el cómo escribir en cada caso.

P—Como orientadora debes encontrarte a diario con realidades como las de Adrián y Jorge. ¿Es difícil gestionar el impacto emocional de esas historias particulares sin romperte?

R—Ahora mismo sí. No puedo decir, porque mentiría, que no me “llevo el trabajo a casa”; algunos niños me preocupan especialmente, otros me llenan de frustración y en alguna ocasión ira, por sus circunstancias, por cómo les trata su entorno inmediato o remoto (aquí incluyo al propio sistema educativo). Pero he aprendido a gestionar estas emociones y ya no me afectan en cuanto a mi salud mental o emocional. Ya no sueño con ellos, y eso para mí es muy sintomático. Cuando empecé a trabajar en esto, y hasta no hace tanto tiempo, determinadas situaciones me generaban una ansiedad excesiva, que afectaba a mi vida personal. Ahora esto ya no sucede, pero no porque estos niños hayan dejado de importarme, lo vivo de otra manera porque es necesario y es bueno, incluso porque me permite hacer mejor mi trabajo. Pero para mí el trabajo sigue siendo mucho más que una forma de ganarme la vida.

P—¿Cómo ves la realidad española en cuanto a su capacidad para asegurar la inclusión social de personas como Jorge y Adrián?

R—Creo que falta muchísimo por hacer. En este tema hay demasiados intereses influyendo en la toma de decisiones, no se está llevando a cabo ninguna forma de “pedagogía” al respecto. Se establecen determinadas ayudas, se invierte en accesibilidad (de todo tipo) y parece que con eso está todo hecho. Pero la realidad es que lo que hace falta es un cambio de mentalidad que todavía está muy lejos. Si cambiamos la visión del otro, como ser que tiene unas necesidades diferentes a las nuestras, pero que no es “menos” que nosotros, estaremos iniciando el camino que nos puede llevar, en última instancia, a que las ayudas cumplan el objetivo último, que es que la persona deje de necesitar ayuda. El común de los mortales no considera que esté siendo objeto de ayuda, está naturalizado que tengamos acceso a la educación o la sanidad, por ejemplo, pero para las personas con características no normativas, la respuesta a sus necesidades se concibe como ayuda, y con eso parece que ya está todo hecho, que ya podemos dormir tranquilos. Queda muchísimo por hacer desde el sector público, pero, sobre todo, desde nuestra propia individualidad, desde nuestros comportamientos y actitudes. Tendemos a dar ayudas para que los demás sean como nosotros, en vez de cambiar nosotros mismos para que los demás quepan en nuestro mundo tal cual son.



Queda muchísimo por hacer desde el sector público, pero, sobre todo, desde nuestra propia individualidad


P—¿Por qué has elegido a Milan Kundera como compañero ineludible en la soledad de Jorge?

R—Quería que Jorge tuviera algún tipo de “obsesión literaria” y Milan Kundera me daba mucho juego. Es un autor ciertamente complejo pero no tanto como para que Jorge no lo pudiera entender (partiendo de que, aunque es inteligente, no tiene estudios); además es profundo y su obra está llena de reflexiones casi filosóficas que también me iban muy bien con el personaje; por último, coincido con Jorge en que sus novelas dejan entrever ciertas alteraciones mentales o emocionales; sea esto cierto en cuanto a su persona o no, era fácil hacer que Jorge se identificara con él.

P—Me gustaría preguntarte por tu acercamiento a la literatura. ¿Quién te contagió el bichito de la lectura?

R—Últimamente se escucha mucho eso de que no hay que obligar a los niños a leer, que la lectura debe ser un placer desde el principio. Lo cierto es que en mi caso leer comenzó siendo una obligación impuesta por mis padres. Más tarde, cuando ya me había aficionado, pero aún andaba bastante perdida en cuanto lecturas apropiadas a mis intereses y capacidad (por edad), tuve la suerte de tener dos fantásticas profesoras de lengua y literatura en BUP que supieron guiarme en el camino, obligándome a leer a los grandes de la literatura (de nuevo la obligación para mí fue una gran oportunidad, más que un castigo) pero permitiéndome ser yo misma también a la hora de leer.

P—Me ha llamado la atención que no hablaras con claridad de los diagnósticos de los personajes. ¿Querías difuminar un poco esa característica en ellos para restarle importancia?

R—En cierto modo sí, pero no lo expresaría así. Diría más bien que no quería etiquetarlos más todavía. Evidentemente, era extremadamente relevante definirlos por sus características no normativas (discapacidad intelectual uno, enfermedad mental el otro), pero en realidad ese hecho en sí mismo atenta contra el espíritu último de la novela, se trata de no definir a una persona completa por una característica genérica que es sólo una parte de lo que esa persona es. Por eso era importante para mí no ir más allá de lo estrictamente necesario y guardarme los detalles de estas dos características tan trascendentes en sus vidas.

P—¿Qué función social crees que desempeña la literatura?

R—Creo que todas las artes cumplen una función en la sociedad: la pintura, la danza, la música, el cine, el teatro…, la literatura, por supuesto, también. El arte remueve conciencias, crea tendencias ideológicas, transmite valores… el arte tiene una responsabilidad enorme en cuanto a qué transmite a la sociedad, al individuo que consume arte y su entorno, y en cuanto a con qué intención lo hace. Creo que el arte neutro no existe.

P—¿Qué será lo próximo?

R—Lo próximo será novela, seguro. En cuanto al género, me encantaría poder decir que soy muy versátil y que puede ser cualquier cosa, pero mentiría, no pienso alejarme en exceso de mi zona de confort, es decir, del tono intimista.

Conocí la novela de Cristina Sanz Guerra gracias a la maravillosa Verónica Hernández, cuyo blog Leo y te lo cuento nadie debería perderse. En Bestia Lectora tuvimos la suerte de contar con ella en nuestra sección «Lectoras amigas», donde ha colaborado con una magnífica lectura de Y su despojo fue una muchedumbre, de Gabriela Cabezón Cámara e Iñaki Echeverría (Cazador de Ratas) que puedes disfrutar aquí.



NO ME LLAMES LOCO, NO TE LLAMARÉ IDIOTA
CRISTINA SANZ GUERRA
VIENTO NORTE
2022

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