«La cinta verde», de Víctor Colden (Abada Editores)

Un libro de cuentos que presentamos el jueves en Áncora.

Portada de «La cinta verde», de Víctor Colden (Abada editores)

Aprendí de Sergio Chejfec a pensar en la geografía como espacio fundamental de la escritura. Para el escritor argentino la geografía está en el centro del relato, no como espacio de representación sino por la tensión que provoca en la narración. Al leer La cinta verde de Víctor Colden (Abada Editores) he recordado esta visión fabulosa de Chejfec, puesto que creo que ambos escritores comparten el empeño de darle a lo geográfico un sentido absoluto, que se eleva por encima del relato transformando nuestra visión del lenguaje. En su primer libro de cuentos, Colden, nos entrega un conjunto de historias atravesadas por el paisaje físico y abstracto, lo geográfico y lo emocional. Vamos a sumergirnos en el río donde lo cercano se vuelve extraño y lo inesperado trae luz.



Introducción


«Fue el mejor verano de su vida. Fue el peor verano de su vida. Fue el verano de su vida, el verano en que todo empezó y todo acabó». Escribir a partir de los treinta es un viaje desesperado contra la nostalgia, que siempre se asoma a la punta del bolígrafo. Saber escribir desde ahí sin sentimentalismos es el gran desafío. En La cinta verde Víctor Colden consigue atravesar ese pantano de morriña y ofrecernos una serie de historias llenas de luz, que se aproximan a la narrativa realista pero imaginando posibilidades fantasiosas, y ahí está el gran acierto de estos cuentos.

En La cinta verde encontramos siete cuentos. No relatos. Es importante el matiz, aunque en nuestros días parecen confundirse. Un cuento tiene un mecanismo secreto que lo hace volar por encima de lo anecdótico mientras que un relato pretende centrarse en el acontecimiento, alcanzar la precisión y evaporarse. Y por eso pienso en estas siete historias como cuentos donde la memoria y todas aquellas experiencias que la avivan a lo largo de la vida —el amor, la soledad, el desaliento, el deseo abrasivo de empezar de nuevo cuando todo parece perdido, la cercanía de la muerte, la imposibilidad de la vida— juegan un papel fundamental. A lo largo de la lectura acompañamos a diversos personajes heridos o confundidos que aciertan y yerran pero nunca desertan.

La melancolía tira de un hombre para que vuelva al río de su adolescencia. En un pueblo perdido de Islandia una mujer extranjera debe tomar una decisión difícil para escuchar la voz de su deseo verdadero. En Nochevieja Ramón Ginebre decide poner en marcha una operación ambiciosa para recuperar su felicidad. El protagonista del último cuento se cruza con una cinta verde de raso y lo asalta el recuerdo de Amalia mientras suena de fondo «Oh My Love» de John Lennon y se siente extrañado de ese repentino recuerdo que lo lleva a revivir un viejo amor. «Juntos se habían deslizado por la vida cuando la vida, a pesar de las primeras sombras, era limpia y plena», leemos. En esa línea transcurren estos siete cuentos en los que Víctor Colden construye con acierto y una prosa elegante y sugestiva siete entretenidas e inolvidables historias. Hay emoción, humor, melancolía y lirismo, todas virtudes que siempre nos esperan al acercarnos a la obra de este escritor.

La forma en la que Colden articula luz y melancolía es también otra cualidad a destacar. Dibuja una atmósfera nostálgica invadida de posibilidades en el Ahora, donde los recuerdos insuflan en las acciones del presente una nueva posibilidad. De este modo consigue materializar la experiencia de los personajes (la que recuerdan y la que viven) y moverlos hacia delante. Como apunte para los más detallistas habría que señalar que hay en este libro numerosos guiños a la literatura y también referencias musicales, que contribuyen con la confirmación del ambiente cuidado de los cuentos de Colden.


Cuentos sobre el amor y el desamor


«¿No es el amor un milagro, no es acaso un sinsentido?» La pregunta parece atinada si pensamos que estamos frente a un conjunto de cuentos atravesados por esta magna experiencia. ¿Qué es el amor? ¿Qué significa? ¿Cambia su significado con el tiempo? Quizás la tesis de La cinta verde sea la intención de responder a estas inquietudes. A lo largo de las historias Colden nos invita a pensar las muchas formas de amar y desear que nos acompañan a lo largo de la vida: la forma en que el amor adolescente, naíf y torpe, va provocando desvíos en la vida y la manera en la que un viejo recuerdo nos asalta en la edad madura y nos tambalea sin que podamos hacer demasiado. ¿Qué queda del amor cuando ya no queda nada?

La extrañeza colándose en la monotonía de la vida es otro de los elementos que explora con acierto Colden. «¿A vos no te ha pasado nunca eso de mirar a tu pareja y verla como a una persona extraña?» ¿Y a quién no? La forma en la que la rutina se va ajando y dos personas queridas se van alejando y difuminándose en la bruma de la experiencia vital, hasta convertirse en extrañas la una de la otra, es quizás uno de los elementos que vuelven más incomprensible el viaje amoroso. Y es también uno de los subtemas dentro de este clásico del que más se ha ocupado la literatura. Cuando la vida se agrieta, ¿qué futuro nos queda? La mayoría de los personajes de estos cuentos están ahí al borde del abismo: dispuestos a arriesgarse o a tirar la toalla, contemplando ambas posibilidades, tentados a aferrarse a una última oportunidad. Y la pregunta que resuena en todas ellas es: «¿Es posible el amor cuando todo cambia?»

Este libro es un intento fabuloso de perderse en esas preguntas importantes; sin embargo, si te has acercado con el deseo de hallar una explicación al desconcierto que suscita el deseo, no te prometo nada. Porque «el amor carece de ella. ¿Hay algo más falto de lógica, más misterioso y absurdo, más inexplicable?», leemos. Pero pensarnos (y arriesgarnos) en ese vórtice de posibilidad y ruina tampoco es una mala forma de aprovechar el tiempo. ¿Qué me dices?


Portada de «La cinta verde», de Víctor Colden (Abada editores)
Un primer libro de cuentos fabuloso

La obsesión estética


La trayectoria de Víctor Colden ya es contundente, y en este mismo blog te lo hemos recomendado con entusiasmo varias veces. Ha publicado dos novelas que han dado mucho de qué hablar Inventario del paraíso (Libros canto y cuento) y Tu sonrisa sin temblar (Pretextos Ediciones), donde la memoria autobiográfica se adorna de una imaginación y una creatividad desbordante. Además ha publicado también en Abada Editores un diario precioso de una marcha a pie sobre el norte de la provincia de Soria, Mañana me voy, en el que demuestra poder moverse con facilidad en diversos registros.

En su nuevo libro confirma la madera de la que está hecho, y se empeña en cualidades importantes que ya venía trabajando: el deseo de ir más allá de lo contado, la averiguación de los hilos invisibles y fundamentales que rodean el relato y la creatividad estética. ¡Y qué importante que algunos escritores pongan al cuento en la cima!

En La cinta verde este trabajo se traduce en cuentos que podrían hilarse con otros géneros. O inaugurarlos. Como es el caso de «Camanances», un cuento con tensión y arraigo que se lee como se escuchan esos mensajes de audio de nuestra persona favorita. Y este cuento es uno de los mejores: tenemos una narradora impulsiva y acelerada que graba audios interminables para una amiga. Sin embargo, el ritmo del cuento es lento, va avanzando poco a poco, Colden consigue crear una tensión asombrosa entre la energía desbocada de su narradora y la progresión de la trama. Pero por no quedarme sólo en este cuento, me gustaría también señalar la dedicación filológica de la escritura de Colden: su manera de deslizar en sus historias apuntes filológicos e incorporar voces diversas de nuestro amplio mapa idiomático, algo que podemos apreciar en la mayoría de los cuentos. Creo que son éstas algunas de las razones por las que vale la pena zambullirse en su obra.

¿Qué supone un primer libro de un género distinto cuando ya te has adentrado en los mecanismos de otro? ¿Cómo escribir cuento cuando te has dejado deslumbrar por el largo aliento de la novela? Me fijo mucho en esto. Y es que, generalmente, grandes novelistas tropiezan fácilmente al acercarse al cuento y grandes cuentistas escriben infumables cuentos creyendo que tienen una novela. Víctor Colden, después de demostrar su habilidad como novelista, se lanza al cuento y nos entrega un libro que resulta sorprendente. Se ha posicionado en una respiración distinta y nos ofrece un conjunto de cuentos que no podrían leerse desde otro género. A excepción de uno, «Queda el río», donde podríamos leer la ambición de una novela; no obstante, parece un caso distinto, esta ambigüedad no debemos atribuírsela a un descuido sino que tiene un propósito bien definido: ofrecernos un largo viaje vital contado en formato breve. Una intención estética que me ha interesado muchísimo, además.


El autor de «La cinta verde», Víctor Colden
Víctor Colden// Foto cedida por el autor

La geografía como motor de escritura


Ya desde el primer cuento de La cinta verde resulta difícil no percibir el estilo inconfundible de Víctor Colden. El comienzo de «Queda el río» nos introduce en un paisaje natural, el recorrido de un río, un viaje interior y exterior, algo que nos recuerda inmediatamente la obra anterior del autor, Mañana me voy. De hecho, el río es una cinta verde que atraviesa todos estos cuentos y nos invita a adentrarnos en nuestra propia memoria. El río, algo nuevo y distinto. Siempre nuevo «Pero es el mismo río». La necesidad y el gusto por el camino engarzan estos cuentos y le imponen un carácter sorprendente. Y eso tiene mucho que ver con lo que Chejfec destaca en su defensa de la geografía.

¿En qué momento amar se volvió algo extraño?, nos preguntamos a veces. Y sólo el paisaje responde. Como en Chejfec, la narrativa de Colden no se aferra a lo geográfico como mero artilugio de atmósfera sino que establece un código secreto entre lo físico y lo metafórico, provocando una grieta en el relato que se instala de forma precisa y dispara numerosas posibilidades. Son muchos también los destinos a los que arribaremos al leer estos cuentos, que recorren el río y nos transportan a lo inesperado, recordándonos que «lo importante era que ninguno de los dos, durante los breves segundos que había durado el sueño, hubiera soltado su extremo de la cinta». Hay que dejarse tocar y transformar por La cinta verde.


Cartel de la presentación de «La cinta verde» en la librería Áncora de Málaga
¡Te esperamos en la presentación de «La cinta verde» en la Librería Áncora de Málaga!

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