«Los ritos mudos», de Nerea Pallares (InLimbo)

El horror tiene su luz en estos cuentos de Nerea Pallares.


«Éramos niñas sucias y terrestres que soñaban con el mar». El punto de partida de Los ritos mudos, de Nerea Pallares (InLimbo) es una historia de violencia doméstica embadurnada de la incomprensión de la infancia. Es la recopilación de un recuerdo y el estallido de la verdad en las corneas de los ojos mucho tiempo después. La violencia que conduce a la huida. El ritual de la desesperación. El relato de la orfandad elegida cuando no queda casa a la que volver. Y es un acierto este primer cuento, ya que abre la puerta a un universo donde el terror, el abandono y el miedo son la materia prima de todos los relatos. En ese hilo se suceden todos los cuentos, con una potencia y una solidez deslumbrante. Que nadie llegue tarde a estos rituales.


El cuerpo como altar del ritual


En los cuentos de Nerea PallaresLos ritos mudos (InLimbo)— el cuerpo es el «campo de batalla donde los conflictos miden sus fuerzas». Nos lo anuncia Valeria Correa Fiz en un prólogo lucidísimo titulado «La belleza de lo terrible». Creo que su lectura puede permitirnos entrar con firmeza en el universo espeluznante de Pallares y descubrir las muchas posibilidades de la estructura y el sentido de estos cuentos, donde la violencia y el miedo conquistan el borde de las cosas. Pero, quizá, lo más interesante de esta inauguración cómplice sea la pregunta que nos lanza: «¿Qué es lo que adoramos o consagramos como sociedad? ¿qué prácticas nos aúnan como grupo y cuáles nos diferencian como individuos?».

Este libro se apoya en la fuerza de las costumbres, en los modos de supervivencia que encontramos donde el cuerpo es altar de sacrificios y es también epicentro del deseo. Todos estos cuentos, donde el dolor y el miedo atraviesan la carne, se parecen en algo: tienen un potencial lumínico extraordinario. En ellos caben el sobrecogimiento y la esperanza. Esa dicotomía que es fuerza vital, que es certeza de haber estado, de haber vivido. La luz y la sombra. Todo lo que le pedimos a la literatura.

Las formas en las que construimos nuestra visión del mundo y nuestras relaciones quizá estén en el plano central de estos cuentos. Lo que cuidamos y nuestra forma de cuidarlo, lo que rechazamos y los mecanismos individuales o colectivos en que lo hacemos. Separación, Sacrificio, Adoración, Redención. Los rituales que nos sirven para sobrevivir. La tradición modernizada en nuevas formas de desear o proteger las mismas cosas. Entrar en este mundo de Pallares es aceptar que no saldremos ilesos, que dejaremos el cuerpo en un altar, para regresar menos vivos, más rotos, pero también más conscientes. Quizá ése sea el regalo principal de esta lectura.



La realidad como material simbólico

En estos cuentos todo es material. En el sentido que tiene lo material en lo literario: campo gráfico de exploración simbólica. De este modo, nos adentramos en la rutina tenebrosa de los personajes y somos parte de sus experiencias cotidianas de rituales y extrañeza. Dos niñas que ansían desaparecer o ver el mar. Una persona entre la vida y la muerte que contempla su vida desde ese territorio misterioso entre lo onírico y lo sobrenatural. La violencia en un matadero: las vidas extirpadas que se adhieren a la vida y la conciencia del matarife. No son todos, sólo algunos de los cuentos de este libro. Una semblanza fugaz de la fascinante experiencia de esta lectura.

En todos ellos el terror se alimenta de la violencia que habita en lo rutinario y provoca preguntas que debilitan nuestra confianza (que es la confianza de los personajes). Ha pasado algo. El mundo se ha visto sacudido por un acontecimiento extraño. Todo lo conocido, lo familiar, es ahora un territorio de desamparo y peligro. Ahí, en el foco del conflicto, se incuba el miedo. Y como la herida sólo puede atravesarnos desde el cuerpo, porque es el cuerpo lo que nos hace vulnerables, es en el cuerpo donde se lleva a cabo el conflicto, la batalla que dijera Correa Fiz. Leemos: «Hemos vuelto a la esencia de los materiales porque todo ha sido destruido». No tenemos escapatoria. Como no tienen redención las criaturas aturdidas que habitan estas páginas.

Y si hablamos de los ritos no podemos dejarnos fuera del germen que los mantiene vivos: el deseo. Leemos: «Uno no sabe nada sobre los límites del deseo humano». Sin embargo, por poco que sepamos nos movemos persiguiendo esa chispa, intentando sobrevivir al maltrato y a los miedos inoculados a lo largo de la vida. El deseo como motor de salvación, pero también, como lo vemos en algunos de los cuentos, como motor de engaño. El deseo que rompe lo más conocido y lo vuelve extraño. El horror en las relaciones familiares. «Nuestras conversaciones se han vuelto un tanteo. Amarnos es cercar una catástrofe». El horror de lo familiar es el gran tema que nos sacude en esta lectura. ¿Por qué nos araña tanto la extrañeza en lo que creíamos tangible e inamovible?



Estructura y desconcierto


En este libro encontramos cuentos brutales pero hay algo desconcertante: estéticamente Pallares no tiene miedo de ofrecernos un libro desigual. La unicidad está en el tema: el terror, el miedo que produce la extrañeza dormida en ese mundo conocido pero en su forma no es un cuentario homogéneo. Lo que podría ser un defecto, en este libro refuerza el desconcierto y se vuelve auténtica fuerza: la forma se alimenta de registros muy diversos y permite la construcción de un universo inasible. Los primeros cuentos nos ofrecen una narración lineal, más clásica, pero en el tercer cuento presenciamos un viraje rotundo y podemos vislumbrar cruces de registros que nos impiden acomodarnos. Los cuentos de Pallares nos desconciertan, nos desarraigan, y por eso nos fascinan. Lo que a simple vista puede parecer una ruptura de sentido estructural se nos ofrece como una nueva razón de extrañeza en la lectura y me parece que, en ese sentido, tenemos aquí otro gran acierto.

Cada vez estoy más interesada en lo que se está escribiendo en Galicia. Encuentro atmósferas modernas que vienen acompañadas de guiños a la tradición oral y esto me resulta verdaderamente fabuloso. Y estoy pensando en las novelas más recientes de Manuel Jabois y de Silvia Bardelás. Estoy pensando en lo arquetípico transmutado en realidad, tan presente en ellos dos, y aquí también en Pallares. La importancia de poder dotar a nuestra literatura contemporánea de la importancia que tiene el lenguaje cuando es lo único que te queda. El lenguaje —que es otro cuerpo— como espacio donde todo ocurre, donde se aprende y también donde se llora. Es otra de las características de este libro que lo vuelven atractivo e hipnótico.

«Lo que no escribes, no existe», se repite uno de los personajes de estos cuentos. Lo que no te sacude, no te transforma, pienso. Y estos cuentos son todo lo contrario. La posibilidad de habitar en el epicentro, donde todo nace, donde todo tiene importancia. Ese lugar donde cuerpo y lenguaje podrían ser la misma cosa o encarnar semejantes posibilidades. En este universo la luz se filtra en los rincones más insospechados y convierte una historia tétrica en algo que podríamos llamar esperanza, una aproximación al futuro donde el horror se concibe como parte de la belleza. Que nadie se pierda estos fabulosos relatos, ritualísticos, cercanos y punzantes.



LOS RITOS MUDOS
NEREA PALLARES
INLIMBO
2021

0 Comentarios