Libros recomendados
- Introducción
- 1. «Nadar contra corriente», de Mar Artero (Editorial Sol de Sol)
- 2. «Escribir la tierra», de Javier Morales (Tres Hermanas)
- 3. «Las vidas que no viví», de Patricia Almarcegui (Editorial Candaya)
- 4. «Dominó» de José Salem (Fagus Editorial)
- 5. «Cubit», de Vicente Luis Mora (Galaxia Gutenberg)
Introducción
La vida nos cambia. Las experiencias van transformando nuestro carácter, limando nuestras asperezas y convirtiéndonos en nuevas personas. Las lecturas también. Sin embargo, algunas cosas no cambian. Las obsesiones, por ejemplo. En mi caso, una de las obsesiones siempre presente ha sido el deseo de encontrar puentes entre las experiencias y las lecturas, entre unos libros y otros, entre cosas aparentemente lejanas. Y este nuevo formato de reseñas colectivas tiene que ver con eso: recoge una especie de conversación cruzada entre libros aparentemente antagónicos. En esta publicación voy a recomendar cinco libros de ficción que tocan el tema de la relación con la naturaleza y el lugar que ocupa el lenguaje en ella. Son cinco narraciones que conversan muy bien entre sí (dos libros de cuentos y tres novelas) que no sólo nos presentan universos hipnóticos sino que, ademñas, nos dan pistas para entender el presente. Estoy segura de que enamorarán a cualquiera que se asome a ellos. ¡Magistrales lecturas, créanme!
1. «Nadar contra corriente», de Mar Artero (Editorial Sol de Sol)
Una colección de cuentos extraordinarios |
Este verano he vuelto a los cuentos de Mar Artero. Presentamos el libro en Málaga en junio y me había quedado pendiente recomendarlo por aquí. Un cuentario extraordinario, escrito con sensibilidad literaria y cinematográfica y con una idea clara de cómo deberían ser las historias de misterio. Reúne numerosos cuentos en torno a la relación con las fuerzas salvajes de la naturaleza y a los caminos que encontramos para sobrevivir a las dificultades de la vida.
En el punto de partida encontramos Una niña es una casa a medio hacer, un cuento que nos introducirá de forma contundente en el tono del libro y nos permitirá descubrir dos de las obsesiones de la autora que atraviesan casi todas las historias: la vulnerabilidad de la infancia y los insólitos caminos de la supervivencia. Con acierto y buen gusto, Mar Artero nos plantea la dicotomía interesante entre la inocencia propia de la edad y la madurez forzosa a la que las experiencias pueden obligarnos, poniendo en el centro la capacidad que tenemos para encontrar formas de sobreponernos al dolor (algunas sumamente insólitas). La niña que viaja con la madre sin poder llamar "casa" a ningún sitio se vuelve asidua a las historias de fantasmas, porque en ese mundo mágico y tenebroso se siente menos rara. En ese espacio de irrealidad encuentra cierto sosiego que le ayuda a sobrevivir. Una forma contundente de empezar el libro.
Entre las cosas más destacables de la escritura de Mar Artero me gustaría mencionar que todos los cuentos son engañosos: nos dicen que nos van a llegar a un sitio pero terminan dando giros rotundos que nos dejan paradas en otro lugar, con todas las preguntas en la boca. En sus cuentos lo esperable no ocurre, en su lugar sucede algo sorpresivo que desarticula las costuras esperables del relato y nos ofrece alguna forma de revelación. Cabe mencionar que, aunque la mayoría de los cuentos tienen como fondo cierto misterio, no todos podrían clasificarse en este género. Algunas historias, de hecho, a simple vista podrían encajar en este género, pero se van transformando hasta volverse dramáticas e incluso plantear preguntas filosóficas o metafísicas. Pongo de ejemplo Los okupas, que tiene una sombra ligera cortazariana, y que comienza con un corte de misterio y poco a poco se va modificando su lógica hasta convertirse en un cuento que reflexiona sobre la soledad y que establece un juego sospechoso entre lo real y lo fantástico.
También hay cuentos que parten de una situación real y que proponen una nueva lectura sobre un caso, como ese cuento final sobre el hundimiento del buque Santa Isabel en Sálvora (un cierre fabuloso para este libro) o el que reinterpreta el crimen de Níjar (que nos pone la carne de gallina). Mar Artero consigue llevarnos a esos acontecimientos y mirarlos con los ojos de quienes van a morir y también de quienes sobreviven. Gracias a su sensibilidad estas historias se nos quedan imantadas en la memoria.
El mapa de los cuentos es otra de las cosas bellas de este libro; pese a que la geografía es realista, la atmósfera personal que imprime la mirada en ese paisaje lo convierten en un paisaje literario (casi real, casi imaginario), que les otorga a los cuentos un valor añadido: queremos viajar a esos lugares, pero no podremos volver de ellos. Se trata de contar un universo donde todo puede ser real y al mismo tiempo mágico: la capacidad de Mar Artero para pintar ese paisaje me ha dejado flotando. Y esto, creo, tiene que ver con la visión cinematográfica de la cuentista; gracias a ella, Artero puede plantear con precisión los colores de la escena pero, sobre todo, la intensidad de la mirada. El resultado es un marco geográfico onírico-realista fabuloso que nos deja una sensación de viaje verdadero.
Además de todo lo apuntado, Nadar contra corriente tiene un valor agregado: es un bellísimo libro-objeto. Las fotografías de Sandra Ruiz y Chema Artero potencian el valor de los cuentos y ofrecen una nueva lectura sobre dichas historias. El diálogo que se establece entre textos e imágenes es verdaderamente exquisito y refuerza la idea cinematográfica tan presente en la escritura de Mar Artero. Que nadie se quede fuera de estas vistas increíbles.
Las familias son cuadros vivientes. Las mujeres se juntan para contar cosas
2. «Escribir la tierra», de Javier Morales (Tres Hermanas)
Cuentos para pensar nuestro vínculo con la naturaleza |
Lo primero que me llamó la atención del nuevo libro de Javier Morales fue el título. Escribir la tierra (Tres Hermanas). El uso del infinitivo que impone una anomalía temporal en el relato y que nos lleva a preguntarnos desde qué tiempo se construye me ha parecido acertadísimo. Es una invitación a pensar la relación con la naturaleza desde un lugar menos personalizado y, al mismo tiempo, de implicación; porque ese 'escribir' es un verbo que exige voluntad, por lo que nos interpela ineludiblemente llamándonos a la acción. Escribir la tierra podría leerse, entonces, como una invitación a poner en marcha un movimiento urgente de escucha y cuidado del mundo natural. Partiendo desde ahí creo que seremos capaces de entrar con soltura en el fascinante universo que propone Morales en este libro.
Hay quienes aseguran que escribimos siempre sobre los mismos temas y, a veces, queriendo distanciarnos de ellos volvemos de forma obsesiva a ellos. Y creo que Javier Morales ha estado escribiendo la tierra desde su primer libro. En infinitivo también. Desde el primer libro me ha impresionado el trabajo cuidadoso del lenguaje: frases cortas, intención clara en la voz de los relatos y un interés genuino por contar historias, que es algo que muchos cuentistas no consiguen transmitir, pero sobre todo, su compromiso a la hora de pensar nuestro vínculo con la naturaleza. Mientras leía este libro una pregunta rondaba mi cabeza: ¿cuán deudora es su novela más reciente, Monfragüe, de estos cuentos? Teniendo en cuenta que algunos de ellos pertenecen a una escritura anterior, podría decirse que no es para nada sorprendente encontrarse con ecos de esa bellísima obra en algunos de ellos. Pero es que, seguramente, esos vasos comunicantes también respondan a esa obsesión, al deseo de articular la pregunta ¿quiénes somos? y ¿qué podemos/debemos hacer? La idea de reunir varios cuentos escritos a lo largo de su extensa trayectoria en un mismo libro y bajo el tema 'naturaleza' indica que su gran obsesión es la ecología y las muchas formas que encontramos para relacionarnos con nuestro entorno. Estos cuentos nos permiten indagar en ese vínculo y establecer paralelismos entre los procesos naturales y los sociales.
Por destacar alguno, señalo el primer cuento El matadero, que podría pensarse como una utopía dado que propone que todos esos lugares terribles se conviertan en espacios donde los animales estén a salvo. Sin embargo, hay también en él cierta mirada negativa, posiblemente inoculada por la crueldad y por haber abierto los ojos ante el dolor de los demás animales, que le dan cierta oscuridad y contraste a la historia. Se nota en este cuento cierta distancia con respecto a los otros, quizá tenga que ver con el tiempo en el que fueron escritos y con la experiencia más pesimista que se nos pega con los años. También goza de una redondez mayor: más precisión en la voz y en la intensidad de la experiencia; pero, al margen de estos nimios detalles entre las historias, es maravillosa la homogeneidad que nos ofrece este libro de cuentos, donde todas las historias conversan muy bien entre sí.
Morales se adentra en las dinámicas complejas y a menudo conflictivas entre la modernidad y el entorno natural, evitando caer en la idealización romántica de la vida en el campo sobre la que se ha venido escribiendo con cierto romanticismo desde la ciudad desde la pandemia hasta ahora. A través de una narrativa rica y reflexiva, el autor nos invita a reconsiderar nuestra relación con el medio ambiente y el impacto de nuestras acciones en el planeta. Cuestiones que me resultan de una relevancia absoluta en estos tiempos que corren.
La obra se destaca por su capacidad para mezclar la observación aguda con una sensibilidad literaria que realza la belleza y la fragilidad de la naturaleza, pero también su poder. De alguna manera plasma esa última esperanza que es el talón de Aquiles del ecologismo: si no lo logramos, la naturaleza lo hará. Al final, tenemos una serie de cuentos entusiastas pero realistas donde hay una visión crítica pero también luminosa sobre el futuro de nuestro entorno natural, que será, si lo queremos, también nuestro futuro como especie.
No me quiero dejar fuera otra de las obsesiones de Morales: las preguntas sobre la escritura. ¿Por qué escribimos? ¿Cuál es la verdad en una historia? Y aún más: ¿se puede contar la verdad? Y, finalmente, otra cosa que me interesa especialmente: en las historias que nos contamos y las que creamos para contarnos frente a los otros ¿qué lugar ocupa la memoria? Es un libro donde todas las historias nos invitan a hacernos nuevas preguntas, que es el regalo más bonito que puede darnos la literatura.
¿Sucedió así en realidad? Todo lo que relatamos es ficción, incluso cuando narramos nuestra propia vida.
3. «Las vidas que no viví», de Patricia Almarcegui (Editorial Candaya)
¿A quién le pertenece la tierra? La pregunta de esta novela extraordinaria |
Patricia Almarcegui lo ha vuelto a hacer. La escritora zaragozana tiene una infinita capacidad para combinar aquello que le obsesiona con una gran imaginación creando personajes y paisajes inolvidables. Ha sabido construir una obra contundente que nos lleva de Occidente a Oriente de una manera fabulosa (en el sentido pleno del concepto), de modo que los sitios a los que vamos con ella no los olvidamos jamás. Ahora, nos espera Menorca, en otro viaje increíble, que parte de una pregunta: ¿A quién le pertenece la tierra? Su nueva novela, Las vidas que no viví (Candaya), es conmovedora, brillante y necesaria.
Lo más extraordinario de esta novela es la nueva mirada sobre un concepto que venimos pensando en la última década y que resulta, pienso, uno de los mayores perjuicios del capitalismo sobre los lugares: la gentrificación. Esta innovadora mirada tiene que ver con la apreciación del entorno en su herida, en su fealdad quizás, en su desierto. Almarcegui se pregunta de qué manera se puede observar y cuidar la naturaleza y, en lugar de desear transformarla en algo diferente, apreciar su valor en lo que a simple vista es descolorido. Una mujer encuentra un terreno abandonado y empieza a cuidarlo, creando un jardín. No es suyo y, al mismo tiempo, es suyo. ¿Es la tierra de quien tiene una escritura sobre ella o de quien la cuida? Esta pregunta se extiende a lo largo de toda la novela y nos plantea numerosas inquietudes en torno a nuestro vínculo con el paisaje.
Es una novela fabulosa donde Almarcegui combina con delicia sus habilidades de viajera (su amplio conocimiento de la cultura islámica y de los vínculos antropológicos entre Menorca y la migración) y su creatividad de novelista (un mapa de personajes diversos, con voz propia y conflictos íntimos que nos enamoran). En el centro de la trama hay una interesante reflexión sobre las relaciones históricas e interculturales entre Menorca e Irán, y también sobre la evolución etnográfica y arquitectónica de Menorca. En este punto me gustaría señalar que me ha hecho preguntarme ¿son más severas las consecuencias de la gentrificación cuando hablamos de una isla? Creo que el libro nos ofrece algunas pistas de las que tirar para pensar esto.
En Almarcegui la forma importa y en esta novela se combina con una exploración temática contundente. Es una novela melancólica, porque atraviesa la vida de sus personajes, pero intenta reflexionar sobre la forma en la que las experiencias trastocan el hilo esperable del camino vital de una persona. ¿Dónde estaríamos de haber tomado decisiones diferentes? Sobre esa melancolía del futuro-pasado se asienta el eje principal de la narración. Hay interesantísimas preguntas sobre nuestra relación con la memoria y sobre la posibilidad de pensar nuestra mirada sobre los otros. Se destaca la gran capacidad de la autora para trabajar el vínculo entre el mundo exterior y el interior, entre las voces de los personajes y la voz ineludible del paisaje. Creo que ésta es la cualidad de Almarcegui que más admiro, y que provoca que cada uno de sus libros me resulte fascinante. Pocos autores consiguen como ella captar la sensibilidad de sus personajes y plasmarla con esa contundencia.
Leer a Almarcegui es asomarse a una escritora con una visión brillante y poética. Sus investigaciones académicas y su aporte ineludible a la literatura de viajes son de popular conocimiento; a través de sus libro ha sabido invitarnos a indagar y explorar aspectos desconocidos de la cultura y la geografía de diversos puntos del mapa. Además, esta experiencia viajera la ha sabido usar a su favor a la hora de explorar la novela. En todas ellas se filtra su fascinación por la vida de los otros y su gran curiosidad a la hora de observar otros mundos y culturas. A sus habilidades y conocimientos más intelectuales se les suma su sensibilidad con el lenguaje, que es en sus novelas donde más brilla; da la sensación de que en la ficción la autora consigue imponerse a la contención que imponen géneros más académicos y echa a volar con la intensidad y la belleza que solamente pueden experimentar quienes han nacido para contarnos el mundo. Es imposible leerla y no sentir esa conmoción de las palabras, que nos devuelve a casa del largo viaje con una renovada confianza en el futuro.
En esta novela nos sumerge en una escritura introspectiva que nos puede recordar ligeramente su novela sinestésica La memoria del cuerpo pero con un deseo de pensar un problema urgente en lo que respecta a la relación con la naturaleza, muy contemporáneo: la apropiación de lo salvaje, la reimaginación de los lugares abandonados, la posibilidad de que la tierra nos pertenezca a quienes la cuidamos y no a quienes pueden pagar por ella. En ese sentido, encontramos numerosos hilos interesantes de los que tirar para pensar cuestiones como la gentrificación y el diseño urbanístico, la explotación de la tierra y la relación con nuestro entorno.
Hay también preguntas importantes que tienen que ver con la migración, con el hacha que suponen el patriarcado y la familia para la vida de las mujeres y con el deseo de libertad que nos consume si no lo dejamos actuar. Finalmente, el amor y el cuidado entre las mujeres es otro de los temas que se plasma cuidadosamente sobre la trama, y que hacen de esta novela una lectura fascinante. Que no se la pierda nadie.
Había venido de muy lejos, era extranjera, y había entrado en un espacio con un candado abierto.
4. «Dominó» de José Salem (Fagus Editorial)
Una novela para pensar la vejez |
¿Dónde vamos a estar? La pregunta difícil del mañana atraviesa lo que escribimos generalmente, pero a veces con mayor contundencia. Parece ser el punto de partida de la nueva novela de José Salem, Dominó (Fagus Editorial), que pone en el centro la vida de un grupo de amigos jubilados que se reúnen todas las semanas a jugar a este tradicional juego de mesa y se aferran a la certeza de la vida. Hasta que la vida se interrumpe y los revoluciona. De ahí partimos. Lo que sigue es una aventura a medio camino entre la novela negra (donde la escenografía social ocupa un lugar fundamental) y la novela realista (la vida es un drama que nos empuja hacia delante).
Salem explora interesantes preguntas filosóficas y morales con crudeza y, al mismo tiempo, con ironía. Inquietudes que tienen que ver con la percepción de la vejez enmarcada en las diferencias de clase y las convenciones que empujan el deseo hacia las sombras. Se intuye en la lectura la pregunta sobre los sueños incompletos. ¿Puede una situación sacudirnos tanto como para trastocar la quietud y llevarnos a cometer una locura? ¿Hay realmente un categórico punto final para los sueños que no hemos conquistado? El anhelo de mantener intacto el deseo y el afán de aventura es lo que mueve al personaje y lo que irá iluminando toda la experiencia lectora.
La gran cualidad de esta novela reside en un planteamiento reflexivo sobre la vejez desde la propia experiencia de la vejez. El autor hace el esfuerzo de plantarse en la vida cotidiana de un hombre mayor de clase media que lleva una vida rutinaria y que, de algún modo, parece cómodo en la idea de que su tiempo ya ha terminado, que ha vivido todo lo que le tocaba. Hasta que ocurre algo que pone patas para arriba esta teoría y que impondrá preguntas en torno a si realmente los sueños pueden caducar o si nos pasaremos la vida deseando cumplir esas cosas que nos han quedado pendientes.
Entre los grandes aciertos de la escritura voy a mencionar la tensión que Salem ha sabido tejer con habilidad, a fuerza de trampa y misterio. Cuando parece haberlo contado todo, el alambre se tuerce y la enredadera trepa a un rincón insólito. Esta interesante manera de jugar con nosotros y los bruscos giros (o debería decir, volantazos) que da la historia en su desarrollo son algunos de los elementos que nos mantienen en vilo de principio a fin.
José Salem es un narrador argentino que reside en París desde hace varios años, donde ejerce de abogado y dedica todo el tiempo que este laborioso oficio le deja a su gran pasión, la literatura. En el blog recomendé anteriormente sus cuentos de Donde la vida nos lleva . Cuando un cuentista me gusta mucho y veo que también ha publicado novela tengo miedo de leerlo en ese otro formato, porque generalmente el espíritu de escritura tiende a ser más eficaz en uno de los dos. En el caso de Salem me impresionó positivamente su gran capacidad para trabajar en ambos terrenos con eficacia. Quizá la gran diferencia esté en el manejo del ritmo y el tono, que son dos cosas de las que él podría dar cátedra. Dominó es una magnífica novela que nos permite pensar dónde estaremos y qué haremos si la vida se nos rompe. Una lectura que recomiendo con entusiasmo.
Dominó se presenta esta semana en Buenos Aires y en septiembre en España; en su gira por España Salem visitará Málaga (en octubre) donde tengo el inmenso privilegio de presentarlo (daremos más información próximamente), ojalá que nuestros lectores malagueños puedan acompañarnos.
Las circunstancias se ponían cada vez más confusas, la realidad más amenazante. La conciencia de mi cuota de responsabilidad comenzaba a hostigarme.
5. «Cubit», de Vicente Luis Mora (Galaxia Gutenberg)
Una novela fascinante que explora el origen y desarrollo del lenguaje |
Todas las novelas de Vicente Luis Mora son una provocación. En la más reciente, Cubit (Galaxia Gutenberg), el escritor cordobés se mete más en profundidad en inquietudes que conciernen al lugar que ocupan el lenguaje y la comunicación en el desarrollo de las sociedades y vuelve irremediablemente a las preguntas sobre el individualismo y el discurso colectivo. Creo que en estos tiempos narcisistas que vivimos no existe mayor y más necesaria provocación que ésta.
Indudablemente, estas preguntas obligan un paso por la escritura: ¿desde dónde se escribe? Quizás, como nunca antes, Mora ha intentado pensar de qué manera podría contarse una historia desde la pluralidad. Lo asombroso es el lugar desde el que articula una respuesta posible: crea un personaje (Cubit) que no es humano y que se considera a sí mismo sólo SER en función de la pertenencia a un grupo y, por tanto, su punto de partida al expresarse es un "nosotres". Además, el hilo narrativo se compone de una superposición de discursos, cada uno con sus peculiaridades y sus desvíos, que hacen de esta novela una experiencia polifónica sorprendente. Una narración que, al final, termina teniendo una voz amorfa y colectiva que cuestiona todo lo que alguna vez dio por cierto la narratología.
Hablar de la escritura de Vicente es saber que en su obra no hay géneros literarios, porque la exploración del lenguaje parece no atarse a ellos. Todos sus textos (e incluyo aquí también su fabulosa poesía) son de alguna manera narrativos, filosóficos, ensayísticos y poéticos, y parecen caminos de búsquedas estéticas y vitales, donde la diversión siempre ha de estar presente. No sé si habrá un escritor que se divierta tanto cuando escribe: sus juegos metaliterarios y sus incursiones en anagramas y artilugios lógicos son el resultado de un trabajo intenso y absolutamente entregado; se me ocurre que solamente divirtiéndose mucho alguien podría emprender semejante hazaña.
Cubit afronta temas delicados como la identidad, la aleatoriedad de las relaciones de género, la violencia y sus muchas maneras de manifestarse y explora la búsqueda íntima desde las propias convicciones. Además, ofrece numerosas preguntas en torno a la relación de la ciencia con la mirada que ejercemos sobre el mundo, las maneras en que la tecnología (en el sentido amplio y complejo del término) provoca cambios contundentes en las relaciones y el desarrollo social: desde una perspectiva individual y también colectiva, y donde la apreciación de la naturaleza ocupa un sitio fundamental.
Vicente Luis Mora nunca se repite aunque sí podemos encontrar obsesiones comunes entre sus novelas. La que más me interesa es la que lo lleva a jugar con estilos narrativos preponderantes en otra época y que han caído en desuso, pero dándoles una vuelta. Aquí mezcla la prosa tradicional con elementos experimentales, reflejando el tema de la fusión entre lo real y lo imaginario, ese tejido fabuloso del que están hechas todas las historias, y dejando en evidencia que todavía hay mucho para hacer a nivel estético en este antiguo género. Además, me ha parecido muy acertada la elección de una estructura fragmentaria donde las voces, observaciones e incluso los hechos varían y multiplican el universo. Somos caos. Esta es la bella e inquietante idea que nos deja masticando esta lectura.
Cubit es una novela volátil. A mitad de camino entre obras monumentales como Galatea 2.2 de Richards Powers y la trilogía Xenogénesis de Octavia Butler. Entre el realismo mágico y la ciencia ficción, entre los tratados antropológicos del siglo XIX y las charlas TED de nuestros días, es un descubrimiento asombroso de lo que queda por escribir. Una historia que podría entenderse como la fundación de un mundo literario pero que, al mismo tiempo, se alimenta de todos los vicios y debilidades de nuestros días. Y que, como en todo universo que se intenta explorar o contar, se encuentra atravesado por la belleza, por el deseo, un mundo que invita a ser observado desde la extravagancia y el descreimiento pero también desde la inocencia y la esperanza. Leer a Vicente Luis Mora es entrar en otra dimensión, una donde la inteligencia artificial tiene todo el potencial para convertirse en la extinción o salvación de nuestra especie. Un mundo mágico y en movimiento que fascinará a aquel que lo visite.
Nosotres tenemos mentes infinitas, para atender problemas infinitos. Somos una sola mente omnipotente y brumosa.
2 Comentarios
me encantan esta clase de posts , gracias por las recomendaciones ^^
ResponderEliminar¡Qué alegría me das, Xing Queen! Ojalá que te animes a leer alguno de estos libros (y que te guste :) ). Un abrazo
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